Escritos Espurios 48.8

Tanto la consulta del dret a decidir y, sobretodo, el proceso participativo carecían del rigor suficiente. En mi opinión, los ciudadanos han votado más como reacción a un sentimiento de contrariedad -pues en su mayoría, siguen sin conocer en absoluto las consecuencias de votar Sí-Sí-. No ha habido en ningún momento un debate honesto, ni siquiera de mínimos, de lo que sería una Catalunya independiente. No se han tocado temas esenciales y, en muchos casos, se ha mentido o, simplemente, se han vertido opiniones tópicas para salir del paso.

Teniendo en cuenta que la consulta del 9N tenía la finalidad de dar a conocer la opinión del pueblo catalán, es evidente que la misma carece de la legitimidad que otorga la reflexión, pues no ha habido ni un solo debate en profundidad, ni la presencia de un libro blanco que sirviera para contrastar los pros y los contras de la independencia. Asimismo, el hecho de votar una cuestión no vinculante ha provocado que la mano de los catalanes fuese más atrevida. Creo que los catalanes que fueron a votar lo habrían hecho aunque la urna fuese un contenedor de basura.

Justamente esta era la intención de la consulta: recoger un respaldo importante sin presentar ningún aspecto negativo relevante de la utópica independencia. Los catalanes que han votado en el proceso participativo se han dejado llevar por un impulso más sentimental y emocional que racional.

Creo que el proceso participativo estaba pactado con un acuerdo tácito para que no hubiese ganadores ni vencedores. Lo que ha cabreado al Estado español es ver que la Generalitat ha seguido dentro del proceso cuando debería haber quedado fuera una vez que el Tribunal Constitucional lo exigiese. La mano de la Generalitat ha sido alargada en los últimos días, dando soporte logístico y moral al proceso. Esta presencia, necesaria para el buen fin del proceso, ha sido imprescindible para que la ANC y los voluntarios funcionasen como un reloj.

Tengo la impresión que en los últimos días, lo pactado entre el Govern y el Gobierno tuvo desajustes. Cuando el Gobierno español vislumbró que el proceso participativo podría salir mejor de lo esperado pusieron una condición final: la prohibición de utilizar centros públicos. Esta jugada a última hora tuvo una reacción decidida del Govern, negándose a aceptarla y haciéndose reponsable de las consecuencias del incumplimiento. Es por ello que, lo que parecía un camino bien trazado y claro entre unos y otros, discurrirá ahora entre una densa niebla.