Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
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J A Q U E A L A R A Z O N

21.7.11

Escritos Apócrifos 8.3

Nada más llegar a su domicilio, Allan entró en la sala de ordenadores e inició una búsqueda estéril. Preso de una incontenible rabia, desorientado por lo que creía imposible que pudiese ocurrir, se dispuso a encontrar el troyano que suponía infiltrado en alguno de sus ordenadores. Sí o sí. No cabía otra opción. A pesar de su actitud acelerada, es bien cierto que en el viaje de vuelta había diseñado un esquema para afrontar la tarea. De entrada descartó cualquier incidencia en el S.O. Arcano. Nadie podía crear un virus de un sistema operativo desconocido para todos. De modo que se centró en los ordenadores que estaban animados por Windows, Linux y Pick, por este orden.

Después de cinco días en los que trabajó más de veinte horas por día, analizando de manera pormenorizada cada archivo de los diferentes ordenadores, no había encontrado nada. Dormitando sin dormir, comiendo cualquier cosa sin casi comer, dedicó todas sus energias a encontrar lo inexistente. Agotado y obsesionado, no bajó la guardia en ningún momento. En estos momentos escribió en su diario: "Lo encontraré aunque tenga que arrancarme el alma en el intento". Muy propio de su naturaleza obsesiva y estúpida.

Sacando fuerzas de un cansancio absoluto volvió a empezar la búsqueda, con ligeros cambios en su estrategia. Después de otra semana al límite, no consiguió nada.

En este instante advertí que aquella situación podía convertirse en algo muy ingrato. Si Allan había estado años dedicado a la labor alquimista, sin renunciar a la misma en ningún momento, tal vez ahora entrase en un torbellino sin salida. Encontrar la Piedra es casi imposible, caso de que sea posible obtenerla. Pero hallar un troyano que nunca ha puesto los pies en tu red informática es del todo utópico.

Sin margen para el descanso acometío el tercer intento. Pasados siete días las cosas estaban igual que al principio. No obstante, por primera vez aceptó ls posibilidad de que la causa de que no encontrase nada, podía deberse a que tal vez no había nada que encontrar.

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