Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
en el apartado Páginas.

J A Q U E A L A R A Z O N

8.7.10

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Pasaron varios minutos desde las últimas palabras de Andrés. Me di cuenta de que era un hombre que medía bien los silencios.

– No sé si su argumentación tiene algún punto débil, pero hasta que no lo encuentre, aceptaré la hipótesis de que dejarle ganar la partida fue el origen de una serie de eventos insospechados. La vida es azarosa. Muchas veces este azar es inmisericorde. Probablemente, no es más que una fuerza ciega que cambia vidas sin atender al sentido de sus acciones. Lamento las consecuencias que se derivaron de mi decisión. Si estuviese en mi mano la posibilidad de rebobinar nuestras vidas hasta aquella partida de ajedrez, le aseguro que no me detendría ante valoraciones de conmiseración.

Andrés pareció satisfecho por mis palabras y retomó la sucesión de los hechos.

– Una vez que hemos llegado a un punto de concordancia, proseguiré con la secuencia de lo que ocurrió. Desgraciadamente, hubo mucho más de lo que usted pueda imaginar. Una parte de la historia ya es conocida por usted. Pasada la medianoche, pocos minutos después de haber conciliado el sueño, dos enfermeros llegados del psiquiátrico donde estuve internado se abalanzaron sobre mí para devolverme al lugar de origen. Nunca he estado loco, pero aquella pesadilla diseminó mi razón. Maldije a mi padre y la maldición se concretó veinticuatro horas después.

Pude intuirla.

–Dios mío... –musité.

Andrés confirmó mi sospecha.

– En un comedor en penumbra, abatidos por años de dolor y amargura, cristalizaron rencores atávicos. En una discusión inacabable, derivada de la decisión unilateral tomada por mi padre de enviarme de nuevo al psiquiátrico, mientras mi madre le acusaba una y mil veces por no haberle consultado nada, mi padre abrió este ventanal y se arrojó al vacío en su presencia. Un alarido desesperado estremeció el silencio de la noche. La cabeza de mi padre reventó como una sandía, mientras mi madre se hundía en las tinieblas. Fue el preludio de una noche muy larga y dolorosa en la que el pánico se adueñó de todos. Cuando corrió la voz de que el director yacía cadáver, en medio de una balsa de sangre en la entrada de la puerta principal, un paroxismo demencial invadió las mentes de profesores y alumnos. Algunos, a medio vestir, recogieron sus pertenencias y huyeron de la mansión, despavoridos, en dirección al pueblo, bordeando un lago negro como la noche; otros, arrinconados en el patio, esperaron asustados la llegada de médicos y policías. Fue una madrugada que amputó el sosiego de muchas personas de por vida y que sumió para siempre a mi madre en un agujero negro, un lugar donde se pierden los sentimientos y los recuerdos para no ser recuperados jamás. Fue como si hubiese sufrido la aplicación concatenada de mil electroshocks incandescentes, impuestos sin ninguna piedad. Se cuentan muchas historias de aquella noche. Parece ser que se oían voces, que los objetos se movían sin causa aparente, que un vendaval ululante marcó un territorio letal, donde la única ley de suelo imperante fue la ley del terror. Han pasado los años y el entorno de la escuela no ha cambiado. El miedo a acercarse hasta aquí no se ha disuelto. Le aseguro que nosotros hemos sido los primeros en entrar en la escuela desde aquella noche...

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