Escritos Espurios 52.1

Negar la evidencia de que en Catalunya se apostó en su día por una inmigración magrebí es de bobos. Desde las altas estancias se consideró que era mejor opción una mano de obra barata y descolocada, que apostar fuerte por los latinoamericanos. De este modo, se mataban dos pájaros de un tiro: tener trabajadores para explotar con nulo o poco conocimiento de la lengua castellana, con lo que la inmersión lingüística era factible, algo que resultaba mucho más difícil de conseguir con los provenientes de la América latina, ligados con el nudo umbilical a la madre patria.

Luego facilitaron el reencuentro familiar, con las ayudas necesarias para que se instalasen en Catalunya. Sin darse cuenta, pusieron el huevo de la serpiente en la cuna hasta que, con el paso del tiempo, se ha roto el cascarón.

Ahora nos encontramos con una realidad indiscutible que ya nadie puede esconder. Estas son las consecuencias, entre otras tantas, del independentismo incipiente de hace un par de décadas hasta llegar a la charlotada actual: una sociedad en crisis económica, enfrentada, donde la corrupción ha campado a sus anchas, amiguismos intolerables, gasto público para fomentar el separatismo y, también, focos islámicos con tendencia al extremismo.

De algo estoy seguro: antes que una Catalunya independiente veremos un califato en la sombra, preparado para dar buenos golpes.