Lamento el atentado con muertes ocurrido en la sede del periódico satírico Charlie Hedbo, aunque no me identifico con ellos. Tampoco con sus asesinos, por supuesto. Me temo que en Occidente hace tiempo que se ha perdido la cordura. Se utilizan demasiados eufemismos para definir una realidad contraria a los principios que tienen que ver con el honor, la dignidad y el respeto.
Porque cuando se habla del sagrado derecho a informar, afirmo que no deberían tenerlo tantos periodistas de poca monta que persiguen a cualquiera que sirva a sus intereses bastardos, con su cámara en ristre, en un hostigamiento procaz. Asimismo, con el eufemismo tan desgastado de la libertad de expresión, se admite cualquier intromisión, tanto en la vida de las personas como en contenidos que pueden herir la sensibilidad de mucha gente.
La burla expresada con las caricaturas a Mahoma implicaba un alto riesgo. No acabo de ver la utilidad de la banalización del profeta, más allá de servir de reclamo para hacerse el gracioso y ganar un buen dinero. Fue una apuesta arriesgada de la redacción del periódico Charlie Hedbo. Hacerse ahora los sorprendidos por la masacre acaecida no es más que la constatación de la hipocresía habitual del mundo en el que vivimos.
La triste realidad es que Europa y los EEUU se convertirán, a mayor velocidad de la prevista, en zonas de amplio control policial, donde las libertades serán todavía más recortadas, a niveles obscenos.