Escritos Apócrifos 32.1

A menudo me cuestiono si es adecuado publicar tantas entradas que hagan referencia al tema catalán. A mí este tema ni me va ni me viene. En cambio, para Allan y Andrés es una cuestión de relevancia, con pareceres muy enfrentados.

Se intercambian correos electrónicos de manera habitual y alguna vez hablan por teléfono. Mi conocimiento de su opinión política proviene, por tanto, de la lectura de sus e-mails.

Los argumentos de uno y otro parten de premisas muy opuestas. Andrés está a favor de la independencia, al coste que sea, aunque implique vivir durante años en el infierno de Dante. Allan, por el contrario, entiende que, aparte de los años en que Catalunya estaría muy mal económicamente, hay que valorar la calaña moral de los políticos que llevan la bandera y, además, sacar conclusiones del lavado de cerebro al que han sometido a la población catalana.

Andrés se mueve por sentimientos, está impregnado de un estado emocional que, normalmente, provoca la pérdida de la perspectiva correcta. Allan, en cambio, está muy enrocado en unas ideas básicas. Es un purista que solo se mueve si entiende que hay honestidad y valentía en cualquier proyecto. En su opinión, estas virtudes no están presentes en el proceso catalán actual pues, un pueblo que se siente expoliado y humillado, no debería pedir la libertad, debería de tomarla. En cuanto a la honestidad de la casta política catalana ya es conocido que son tan corruptos como los de España. Nada nuevo bajo el sol. Allan cree que el inmenso esfuerzo por alcanzar la independencia tendría como resultado seguir en manos de ladronzuelos y ventajistas, cuando lo que hay que hacer es eliminarlos de sus cargos públicos. 

La ausencia de un libro blanco, las mentiras que se han dicho, el malgasto de dinero público en una campaña partidista hasta la náusea, el eterno fracaso de la Generalitat con el coste que ello implica, los tics fascistas que se desprenden del proceso y un largo etcétera de razones más, son los argumentos que maneja Allan. Andrés aduce que desde el Gobierno de Madrid se trata a Catalunya como tierra conquistada, sin que les importe lo más mínimo la cultura y tradiciones catalanas, con un déficit fiscal que es excesivo y con una injerencia habitual en los contenidos propios de una comunidad que se siente nación.