Escritos Espurios 45.3

Nunca deseo nada bueno para Alemania. Después de la II Guerra Mundial lo más adecuado habría sido repartir su extensión geográfica entre sus sufridos vecinos -Suiza al margen-. A pesar de sus actos de contrición, lo mejor sería desconfiar siempre de sus políticos. La gran política tiene siempre en cuenta aquellas cosas que como ser humano jamás entenderé. 

Ya en la década de los sesenta, alemanes muy integrados en el fascismo hitleriano, se paseaban como turistas por Europa en general y por la Costa Brava en particular. Menos de veinte años después de las atrocidades cometidas contra judíos y gitanos y ya parecía que nada había ocurrido.

Después de su unificación vuelven a ser la máxima potencia económica de la Europa comunitaria. Con las condiciones económicas impuestas por Alemania, millones de personas de la Europa meridional viven anclados en la pobreza y en la moderna esclavitud. Es otro modo de imponer campos de trabajo forzados aunque, esta vez, no se busque la aniquilación de las víctimas y lo hagan con la plena aquiescencia de sus respectivos gobernantes.

Tanto unos como otros son unos canallas.