Revelaciones 6.7

Andrés es, ante todo, independentista catalán. En su infancia fue forjado en un cristianismo irredento que no ha tenido continuidad. Tuvo una larga trayectoria con los escoltes, un proyecto educativo muy imbricado en Catalunya que mezcla la acampada con el excursionismo cercano, potenciando valores básicos. En definitiva, alucinaciones al margen, se siente muy vinculado a lo catalán: lengua, tradiciones y cultura.

Andrés vive actualmente con cierta comodidad. La época en que todo el pueblo le trataba con desconfianza o, incluso, con desprecio ha quedado atrás. Ahora se le trata de manera correcta, aunque eso puede venirse abajo a un solo gesto mío. Cada medio año entro en contacto con autoridades y prohombres del pueblo en cuestión, para recordarles que tengo el control de sus vidas. El precio para que nada salga de su cauce es que procuren que Andrés tenga un trato amable por parte de todas las gentes del pueblo. Ya he aclarado en alguna ocasión que no lo hago por caridad o simpatía hacia Andrés, sino por mi propio interés. Prefiero a un Andrés tranquilo que maltratado. De este modo evito que Allan, un justiciero de pacotilla, cometa alguna acción que pudiese perjudicarme.

Mi seguridad está garantizada en un entorno tranquilo y sin novedades. Este es el motivo de mi intervención salvadora. De no ser por eso, hace mucho tiempo que Andrés se habría colgado, de pura desesperación.