Escritos Espurios 39.1

En estos días,  Allan y Andrés, han intercambiado correos ensalzando la figura de Nelson Mandela. Nada nuevo. No voy a reiterar lo que todos comentan. Incidiré en otros aspectos colaterales de los escritos de Allan.

La noche del jueves, tras la muerte de Nelson Mandela, en la emisora RAC1, el presentador del programa de deportes, Dani Senabre, claro opositor para convertirse en el bufón del Conde de Godó, se quejó de que le hubiesen birlado veinte minutos de su programa. La razón fue que, tras la muerte de Mandela, en el programa anterior al suyo, se alargó el tiempo para tratar debidamente la cuestión. Enseguida dio paso a su programa verbenero de los jueves, más cercano a una reunión de tontainas que a una tertulia futbolística. 

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Todavía recuerdo la desagradable sorpresa que tuve al leer lo acaecido en la audiencia que Nelson Mandela dio al F. C. Barcelona en junio del 2007. La comitiva del club fue escasa, quedándose la mayoría en el hotel. Ser mes que un club se hace evidente en estos momentos. Fue la constatación lamentable del deterioro absoluto de un club que, en aquellos días, pensaba más en fiestas que en lo esencial. ¿Cómo alguien puede renunciar a conocer a un hombre como Nelson Mandela? ¿Cómo nadie del club tomó la palabra para hacerles ver que se estaban equivocando? Hay momentos que la libertad democrática de ir o no a la recepción se asemeja más a la degradación que a la responsabilidad. Nunca olvidaré los nombres de los que fueron (Gio, Iniesta, Oleguer, Belleti, Thuram, Txiki, Eusebio, y tres directivos). También de los que no fueron.