Escritos Espurios 27.7

El castellano no es el problema de Catalunya. Casi quinientos millones de personas lo hablan en todo el mundo y es un privilegio conocerlo bien. El auténtico problema de Catalunya es Castilla, disfrazada de presunta democracia, tomando prestado el nombre de España.

Todos los pueblos de España están adocenados por el carácter inquisidor de una estirpe de torquemadas, gente a la que le gusta imponer sus criterios, aunque sean necios. No les importa nada más que eso, subyugar con palabrería pedante y recurrir a la sangre si no se siguen sus designios. No son nada inteligentes y son perdedores, aunque siempre pierden con una honra épica. No les queda gran cosa del imperio que tuvieron y, por cada pedrusco al que tengan que renunciar, preferirían hacerlo con un baño de sangre.

Cuando hablo de Castilla no me refiero únicamente a los originarios de esta región. Va mucho más allá. La cosa viene de siglos, de cuando las naciones conforman su carácter, afectando luego a toda la genética de sus súbditos futuros. La Castilla de ahora tiene representantes en todos los puntos de España, la metástasis ya es global. Son los que nunca han condenado el Alzamiento, los que se dicen demócratas para poder medrar en política, los hijos de aquellos padres que vivieron con la mano alzada. Y, si nos remontásemos a muchos siglos atrás, enlazarían con los que defendían la pureza de la religión mediante las torturas pautadas de la Inquisición. Esta marca implacable hizo fortuna y, aunque la mayoría de castellanos nada tiene que ver con eso, la madre ideológica Castilla engendró monstruos suficientes para que la prole siga firme y adelante.

Siempre juegan sucio y, aunque lo que se observe sea negro, jurarán por la vida de sus hijos que es blanco. Es imposible dialogar nada con este tipo de gente. Así que avisados estamos, amigo Andrés.