Escritos Espurios 22.7

Allan, finalmente se está soltando.

La desconfianza entre Catalunya y España siempre ha estado presente. En la actualidad, más que nunca. De este desencuentro, surgen unas consecuencias incalculables. Por un lado, España no se encuentra cómoda haciendo concesiones  a Catalunya, por la creencia de que siempre habrá más peticiones por parte catalana, por el sentimiento de que cada paso precede al siguiente, en una imparable reivindicación sin fin. Desde Catalunya, se observa la relación con España desde un sentimiento de incomprensión.

Catalunya se siente expoliada, mucho más allá de lo razonable. Cualquier análisis objetivo deja ver esta realidad. Para agravar más la situación, desde España se tiene la percepción de que los catalanes son insolidarios, a pesar de que aportan al erario público más que nadie. El President de la Generalitat lo definió bien en su comparecencia en Madrid: hay fatiga mutua.

Hace un par de años mucha gente se manifestó por el Estatut. Ahora lo ha hecho por la independencia. Resulta evidente que la ruptura y la manipulación son cada vez mayores.

Hace unos años, a los independentistas se los veía como algo exótico, necesario para negociar con Madrid, pero poco significativo a nivel político. Ahora las cosas están en un punto delicado: cualquier catalán que no se defina como independentista será acusado de fascista desde su perspectiva.

Las diferentes manifestaciones de políticos de las Españas no hacen más que azuzar este espíritu independentista. No se puede ser más soez ni garrulo. 

El pueblo catalán es como una chica a la que su padre defiende su honor ante cualquiera, pero que aprovecha la nocturnidad familiar para abusar de ella.