Escritos Apócrifos 11.0

Allan le pidió al dueño del bar Valdi que le informara del teléfono de la policía municipal. El hombre, extrañado por esta petición, preguntó por las razones. Allan se excusó con vaguedades. Sin que fuesen amigos, habían mantenido alguna conversación en anteriores ocasiones.

Después de una llamada pasaron pocos minutos hasta que dos guardias se presentaron en la cafetería. Allan les abordó y les indicó que le siguieran.

Allan cruzó la sala hasta llegar hasta donde estaban los tres hombres que habían llegado hacía diez minutos. Estos reaccionaron con estupefacción. Sin saberlo a ciencia cierta, sabían lo que iba a ocurrir.

Allan dijo:

- Agentes, estos hombres han incurrido en un delito.

Se hizo un grave silencio. Estaba claro que los policías conocían a los hombres a los que Allan acusaba. Es más, se diría que incluso tenían una buena relación vecinal. Por fin, uno de ellos expresó, levantándose iracundo:

- ¿Qué estas diciendo, imbécil?

Allan prosiguió:

- Estos hombres han agredido a Andrés Damier. Es una consecuencia de la predisposición de las gentes de este pueblo, muy propia de miserables y que las autoridades no hacen nada por evitar.