Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
en el apartado Páginas.

J A Q U E A L A R A Z O N

1.11.09

Escritos Apócrifos 2.5

Algunos Escritos Apócrifos reflejan párrafos de la novela JAQUE A LA RAZÓN, aunque siempre van acompañados de un texto no publicado en la novela. En estos casos, los párrafos oficiales sirven de referencia a los textos apócrifos, un modo de focalizar la idea y su entorno. Incidiré en el tema alquimista.


Mi opinión sobre la alquimia se sustenta en la lectura de tratados sobre esta materia, y, como contraste a los mismos, de aquellos escritos que relacionan a la alquimia con el nacimiento de la química moderna y que no tienen en cuenta las implicaciones de carácter trascendental que se le suponen en determinados ámbitos.

En el año 1.869, Mendeléiev revolucionó la química al ordenar los elementos conocidos y predecir otros nuevos, poniendo orden “en la selva de los elementos”. En una simplificación excesiva de su trabajo, Mendeléiev comentó: “En un sueño, vi una tabla en la que todos los elementos encajaban en su lugar. Al despertar, tomé nota de todo en un papel”. El primer punto de la tabla periódica indica que “los elementos ordenados según el valor de sus pesos atómicos manifiestan con claridad propiedades periódicas”. Fue el penúltimo empujón para que la alquimia quedara diluida por la química. La Tabla Esmeralda de Hermes - considerada la Biblia de los alquimistas y definida por Eliphas Levy como “toda la Magia en una sola página” -, pasaría a convertirse en un arcano de museo, a pesar que años después, la ciencia confluyó con la alquimia en puntos tan trascendentales como que el átomo no era una partícula simple e indivisible, así como por la consecución de transmutaciones.

En el año 1.919, el físico Ernest Rutherford consiguió probar que la estructura del átomo era factible de ser alterada de manera artificial, derrumbando el paradigma que postulaba que los elementos eran estables y, por consiguiente, inmutables. Rutherford bombardeó núcleos de nitrógeno con partículas alfa dentro de una cámara de ionización, consiguiendo la transmutación de nitrógeno en oxígeno. Para la ciencia había sido la primera transmutación hecha por el hombre, dejando a un lado las pretensiones alquimistas que se remontaban a la noche de los tiempos.

Posteriormente, en 1.947, el profesor Dempster de Chicago - descubridor junto a otros científicos del isótopo 235 del uranio, de gran importancia en el desarrollo de la fisión nuclear - bombardeó con neutrones el isótopo 196 del mercurio y obtuvo oro. La física nuclear había conseguido la transmutación tan aventada por los alquimistas pero, a estos, se les siguió negando la capacidad de haberlo alcanzado con instrumentos de trabajo demasiado mundanos: una redoma no es un ciclotrón, un horno atómico nada tiene que ver con las inacabables cocciones alquimistas, una retorta no se parece a un sincrotón. Se concluyó que los sueños alquimistas jamás pudieron concretarse más allá de los delirios producidos por los efluvios venenosos. Asimismo, al margen de juegos de transmutación y de puntualizaciones filosóficas, no fue necesario hacerse ningún planteamiento al resultar sumamente costoso el proceso de transmutación: el oro obtenido costaba mil veces el precio del oro.

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