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Las cortas y poco habituales ausencias de Allan de su domicilio me sirven para navegar por Internet a mis anchas. Al igual que con Kira, he de tomar las medidas oportunas para no dejar ningún rastro de mis peripecias en la red. Las páginas web me han servido para ensanchar conocimientos. Si bien la librería de Allan es amplia, el acceso a los libros no siempre es posible. Además, todavía me faltan más de dos mil ejemplares por leer si me atengo al exhaustivo archivo que Allan tiene de los mismos. Ambos contenidos se complementan a la perfección. Los libros presentan los temas de manera más documentada y profunda, mientras que las páginas web aportan una información más concisa.
También me divierte irrumpir en salas de chat e imponer mi ley. Siempre que entro en una sala vuelco alguna frase que me sirve de tarjeta de presentación. A modo de ejemplo: “Dios también es virtual, y se le ama, se le reza y se mata en su nombre...”; “la mentira es más dulce que la verdad, por eso nunca miento...”; “el mejor sueño está por soñar, ¿soñamos?” En ocasiones, antes de salir del canal, atendiendo a como haya transcurrido mi estancia en el mismo, me despido con un “feliz funeral” –en homenaje al título del libro de Alfred Hitchcock– o con un “adiós, adiós, compañeros imposibles”, del poema ‘Despedida’, de Luis Cernuda.
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Las cortas y poco habituales ausencias de Allan de su domicilio me sirven para navegar por Internet a mis anchas. Al igual que con Kira, he de tomar las medidas oportunas para no dejar ningún rastro de mis peripecias en la red. Las páginas web me han servido para ensanchar conocimientos. Si bien la librería de Allan es amplia, el acceso a los libros no siempre es posible. Además, todavía me faltan más de dos mil ejemplares por leer si me atengo al exhaustivo archivo que Allan tiene de los mismos. Ambos contenidos se complementan a la perfección. Los libros presentan los temas de manera más documentada y profunda, mientras que las páginas web aportan una información más concisa.
También me divierte irrumpir en salas de chat e imponer mi ley. Siempre que entro en una sala vuelco alguna frase que me sirve de tarjeta de presentación. A modo de ejemplo: “Dios también es virtual, y se le ama, se le reza y se mata en su nombre...”; “la mentira es más dulce que la verdad, por eso nunca miento...”; “el mejor sueño está por soñar, ¿soñamos?” En ocasiones, antes de salir del canal, atendiendo a como haya transcurrido mi estancia en el mismo, me despido con un “feliz funeral” –en homenaje al título del libro de Alfred Hitchcock– o con un “adiós, adiós, compañeros imposibles”, del poema ‘Despedida’, de Luis Cernuda.
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