Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
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J A Q U E A L A R A Z O N

26.7.09

Escritos Espurios 1.9

Esta tarde Allan ha ido a un entierro. Algo sorprendente atendiendo a su nula sociabilidad. El finado era amigo suyo de juventud, un tal Judas Tadeo. En sus diarios, Allan lo menciona en alguna ocasión. El texto que sigue fue escrito hace casi veinte años. No tiene desperdicio.

"Días atrás llamaron a la puerta con exaltada insistencia. Era doña Encarna, una mujer que viste calcetines hasta las rodillas y se engalana con baratijas, peinetas y un bolso despellejado. Con la cara descolgada, con gritos y gestos, manifestó una desgracia:

- ¡Mi marido se está muriendo!

Los vecinos se agolparon alrededor del domicilio de esta mujer. Algunos entramos en la casa, un auténtico santuario madridista. Me detuve en la entrada de la habitación mientras unas mujeres pasaron al interior del cuarto. Oteé un macabro panorama: en un colchón arco iris yacía un anciano menudo y pelón. Estaba desnudo, medio cubierto por una manta. No había discusión, estaba bien muerto. El marcapasos había sido arrancado de su pecho y antes de morir había defecado. Su rostro todavía mostraba una expresión de pavor. El médico del seguro fue rápido en la gestión. La muerte huele mal.

Atendiendo a los deseos del difunto dentro del ataúd pusieron todas las banderolas, postales, pósters, y recortes varios de los Di Stefano, Puskas, Gento, etc., y toda la ‘santa compaña’ madridista. También los desplegables con las seis copas de Europa y los calendarios de todas las ligas con los resultados de los partidos. Llegó un momento que en el ataúd ya no cabía nada más, así que apretujaron todo y cerraron la caja.

El muerto dejó viuda y un hijo de unos veinte años, un tipo muy peculiar. Se llama Judas. La elección del nombre fue cosa de su madre, una mujer devota de todos los santos, una adicta al agua bendita, a las hostias sagradas, y una coleccionista de rosarios, crucifijos, estampas y esquelas. En los lejanos días de su embarazo barruntó que era una injusticia el olvido en el que se había sumido al apóstol Judas Tadeo, por las fechorías del apóstol traidor - el Judas Iscariote - aquél que vendió a Jesucristo por unas monedas para despues ahorcarse, desesperado. El marido no objetó nada, posiblemente porque su única religión conocida era el fútbol y la única iglesia a la que asistía era el estadio.

No se pueden dejar de reconocer las buenas intenciones de la madre, pero la realidad fue muy cruda para Judas. Desde la más tierna infancia el nombre de Judas fue un estigma que le marcó para siempre. De nada servía que la madre se desgañitase explicando las virtudes del Judas bueno en tiendas y supermercados, pues en el subconsciente de la gente, el citar a Judas era algo parecido a mentar la madre, o la soga en casa del ahorcado, nunca mejor dicho en esta ocasión. Incluso hubo un día que el párroco de la iglesia local soltó un sermón que fue toda una apología del apóstol Judas Tadeo. Pero fue inútil. Así que en cierto momento, pasados los trece años de edad, Judas trocó la cuestión y, en vez de sentirse víctima de un desaguisado de santos y apóstoles, pasó a rentabilizar su nombre para beneficio propio. Pensó que si su nombre era motivo de recelo y desconfianza había que sacar buen provecho de ello”.


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