Escritos Espurios 50.3

El Fútbol Club Barcelona es un reflejo de Catalunya, un microcosmos de la realidad catalana. En ella prevalece el gusto por la estética, por el diseño, por un sentido de la dignidad muy peculiar, con tendencia al amaneramiento, a gustarse en exceso. Asimismo, se vive en una compleja sensación existencial, con la identidad muy bipolar.

Ahora mismo, tanto el Barça como Catalunya están con el rumbo extraviado, fruto de las guerras con España y de las traiciones internas. Es siempre lo mismo, el destino inapelable de un pueblo confundido que acoge a mucha gente a la que no tarda en confundir.

La sinfonía independentista siempre tiene una respuesta por parte de España: juego sucio, desdén, cinismo, venganzas disfrazadas de favores y desnortar las bases de un país que tiene en el Barça a uno de sus buques insignia. Así, ahora, nos encontramos con un club en estado de descomposición, que está más presente en las salas de los juzgados que en las galas futbolísticas. Tanto ruido incluso podría provocar la marcha del mejor jugador del mundo, hastiado de tanta persecución con mala idea, de tanto desorden. No es difícil intuir el negro futuro que sobrevuela el espacio catalán y sacar conclusiones. Cierto es que el mundo del fútbol es cosa aparte, es tan imprevisible que en ocasiones se pasa del infierno al cielo en cuestión de semanas.

La situación actual catalana es el resultado de mantener un pulso perdido y por dejarse gobernar por una banda de ineptos. La Generalitat tiene en su haber una escandalosa gestión que va a dejar postrada a Catalunya por un largo tiempo, a muchos niveles. El Barça ya está en el ojo de mira de las fuerzas destructoras de siempre. Es el precio a pagar por las proclamas independentistas en el estadio y por posicionarse por el dret a decidir.