Hay tiempos en que casi todo es mentira. Tal vez nunca haya habido un período tan
mentiroso como el actual. En todos los órdenes, mires por donde mires, casi
nada resulta creíble.
Por no haber, ni siquiera existen grandes mentiras que, por
un largo tiempo, fueron vistas por muchos como verdades. Algunas mentiras de
antaño, revestidas por paradigmas ostentosos, tenían al menos la capacidad de
sustraerte de la realidad, para ofrecer espejismos duraderos.
En los tiempos que nos toca vivir ahora ya no es necesario mentir
con una gran puesta en escena. Las mentiras son burdas, soeces, más propias de
un farsante que de un manipulador. Incluso las verdades de nuestro tiempo son
baratas, ínfimas, vaporosas como un gas que se deja respirar pero que te pudre
los pulmones.