Escritos Espurios 46.0

Escuchar hace unas semanas, en RAC1, las declaraciones de Pilar Rahola, poniendo en duda las acusaciones de El Mundo contra Jordi Pujol, dejan ahora a esta mujer a los pies de los caballos. Lo suyo no fue una reflexión sincera sino que, aturdida por los titulares acusadores, desesperada, arremetió contra todo. Fue una defensa a ultranza del Amado Líder, una desvergüenza a la que ya nos tiene acostumbrados, día tras otro.

Sentada cerca de ella, el pobre Màrius Carol sacaba agua del bote, balbuceando palabras sin sentido. Es lo que tiene vivir de las subvenciones de la Generalitat: la objetividad y el periodismo de investigación brillan por su ausencia.

El único favor contrastado que Jordi Pujol les ha hecho, antes de salir del armario, es que su carta fue publicada justo en plenas vacaciones. De este modo, todos los Moisés catalanes se encontraban fuera del alcance del aspersor y, a la vuelta, pueden pensar que quizás habrá escampado.

Cabría suponer que Pilar Rahola, después del ridículo que ha hecho, se comportara con más prudencia y humildad. Pero esto no va a ocurrir. Es una mujer demasiado soez, bravucona, maleducada e intolerante, como para tener la suficiente dignidad de bajarse del barco. Se aferrará al timón, viviendo de su columna en La Vanguardia y de sus peroratas en RAC1, sin dejar que nadie se exprese libremente, entorpeciendo cualquier argumento que cuestione el proyecto independentista. Esta es su manera de defender la libertad de expresión con que tanto se llena la boca. No es más que una impostora.