El lefebvrismo toma su nombre de Marcel
Lefebvre, arzobispo católico francés, que se opuso a las directrices del
Concilio Vaticano II. Contrario al relativismo religioso y a una docencia
excesivamente liberal, así como a ciertos libros de teología moderna,
presentó la dimisión de su cargo al Papa, Pablo VI. En 1971 fundó la Hermandad Sacerdotal San Pío X,
estableciéndose en Suiza.
Las características de la Hermandad son: la defensa de la misa tradicional de ritual romano, fidelidad a los postulados de Santo Tomás de Aquino y a la tradición milenaria de la Iglesia, y el rechazo
absoluto del liberalismo religioso.
Lefebvre murió el 25 de marzo de 1991. Suya es la frase: “No se puede
dialogar con los masones o los comunistas. ¡No se dialoga con el diablo!”
Mi estancia en la escuela lefebvrista fue de cuatro cursos. Fue una experiencia dura, formativa en mi
carácter. Sin entrar a valorar a fondo sus códigos religiosos -excesivos a todas luces-, el rigor y la disciplina expresados de
continuo, tuvieron un efecto escultórico interno que puedo reconocer. Desde
largas horas de estudio, de exigencia en los controles y de pruebas
físico-psicológicas, hasta durísimas experiencias de supervivencia. Todo quedó
grabado a sangre y fuego en mi personalidad.