Escritos Espurios 43.3

Andrés en estado puro:

Cuando mi hermano murió a los veinticinco años, ahogado en el lago, atrapado dentro de su coche, me encontraba pasando mis primeros meses en el infierno. Fue una noticia muy dolorosa. Me la comunicaron cuando ya había sido enterrado. En aquellos días no sabía que pasaría catorce años seguidos preso en una cárcel sanitaria, seguido de un lapsus de menos de un día y, de nuevo, otros catorce años privado de libertad, día arriba, día abajo.

Mi primer ingreso psiquiátrico obedeció a muchas razones. Una de ellas fue mi enfrentamiento con Ferràn, mi hermano. Como siempre, mi padre se puso de su lado. Amenacé a mi hermano, de gravedad. Esta fue nuestra última comunicación. Su muerte, enlazada con este hecho, me tuvo desolado durante muchos meses.

Ahora tengo la certeza que mis amenazas fueron cumplidas por unas fuerzas que me son leales, sin que nunca lo haya querido. También provocaron la muerte de mi padre. Son como lobos asesinos que cogen impulsos de mi mente y los ejecutan, siempre dentro del ámbito de la escuela y de sus cercanías.

Fue a mediados del año 2000 cuando tuve la certeza de un poder no deseado. Es por ello que procuro que mis pensamientos sean lo más serenos posibles. Cierto es que no recibo visitas de nadie y son pocos los que se atreven a acercarse por las inmediaciones de la escuela pero, alguna vez, he tenido que controlar mis emociones ante provocaciones que habrían podido tener un desenlace terrible.