Escritos Espurios 40.6

Allan es un gran aficionado al fútbol, desde diversas perspectivas. La de hincha es poco significativa aunque sigue muy de cerca las vicisitudes del F. C. Barcelona. La faceta futbolística intelectual siempre esta presente en su imaginario. Escribe muchas cosas al respecto. Ahí va lo que escribió ayer:

En setiembre del año pasado leí que Javier Clemente se haría cargo de la selección libia de fútbol. No pude evitar sonreírme. Una vez más, Clemente se implicaba con un proyecto inverosímil. Ya me sorprendió cuando en el 2006 se hizo cargo de la selección de Serbia, con un pasado reciente como país muy carroñero. En el año 2008 estuvo negociando con la federación iraní, una alternativa realmente transgresora; y en 2010 fue el seleccionador de Camerún.

Clemente, junto a Andoni Goikoetxea, representan la época viril del Athletic de Bilbao, cuando cercenaban piernas -Schuster y Maradona entre sus víctimas-, Clemente aportando la vertiente intelectual y Goikoetxea ejerciendo de verdugo. Tal para cual. Goikoetxea tiene el dudoso honor de ser el seleccionador de Guinea Ecuatorial, un país donde los derechos humanos tienen el mismo valor que una lombriz al sol.

Cuando la carrera de Clemente parecía mas dislocada que nunca, comprometida solo con proyectos desesperados -hay que estarlo mucho para irse a entrenar a Libia en la época actual-, va y consigue que en unos pocos meses Libia se proclame ganadora del Campeonato Africano de Naciones 2014. Lo que Gadafi con sus millones jamás pudo alcanzar, Clemente lo ha conseguido justo cuando Libia no es más que un país desmembrado y peligroso para vivir, con bandas armadas campando a sus anchas.

De los seis partidos jugados solo gano uno, el resto fueron empates -la semifinal y la final, a cero-. En tres partidos se tuvo que decidir por penaltis. Clemente en grado sumo: primero no perder, siempre no perder.

Es sabido que en Irak, Uday, el hijo de Saddam, mandaba humillar y torturar a los atletas iraquíes que no cumplían los objetivos. La picana eléctrica, aislamiento en la cárcel, golpes y amenazas constantes no tuvieron un efecto positivo. Los futbolistas fueron los más afectados por esta política de terror. Curiosamente, una vez que los incentivos económicos por ganar y las torturas por perder desaparecieron con el final del reinado de Saddam Hussein; en el 2004, la selección de fútbol alcanzó la cuarta posición en los Juegos Olímpicos de Atenas y, en el 2007, ganó la Copa Asiática, su primer título. Un país ingobernable, con un terrorismo trepidante, con la presencia de las tropas invasoras de los EEUU, consiguió una utopía

La fuerza del deporte es inexplicable. Sudáfrica ya vivió el frenesí de la Copa Mundial de Rugby del año 1995, con todas sus derivaciones políticas. Ahora Libia tal vez encuentre en esta victoria imposible un motivo de unión, un deseo de sumar una vez que han sido marcados por el éxtasis.