Una versión fiable cuenta que a principios de los años 90, la mujer de Orquín volvió a Austria, después de haber vivido muchos años en Argentina, por la muerte de su marido. Solo entonces su hija pudo saber la odisea de su padre, puesto que César había cerrado para siempre en su mente el recuerdo de aquellos años terribles, siendo secundado en este silencio por su esposa.
Puede que algún día tengamos un veredicto justo de las actividades de César Orquín. Entretanto, a pesar de algunos episodios, parece merecedor de ser declarado inocente hasta que no haya pruebas demoledoras que indiquen lo contrario.
Joaquím Amat-Piniella, deportado en Mauthausen, escribió una magnífica novela, K. L. Reich, en la que nos pone delante de los ojos las extremas penurias que sufrieron los prisioneros de este campo de exterminio. Siendo novela, el autor incide más en el padecimiento físico y psicológico de los deportados, por lo que su testimonio me parece mucho más valioso a nivel humano, que el de cualquier historiador que maneja miles de datos.
En la novela, hay un personaje llamado Augusto que se ciñe a la perfeccción con el histriónico César Orquín. En momentos, se le ridiculiza por su afán de notoriedad y vanidad ilimitada pero, asimismo, se le reconoce una excepcional inteligencia, al tiempo que el autor admite que el Kommando que ha formado César vive en mejores condiciones que cualquier otro Kommando que hayan organizado los comunistas.