Escritos Apócrifos 20.7

En Escritos Apócrifos 11.9 se narra una situación con un desenlace que supuso un poco de aire fresco en la vida del desdichado Andrés. No obstante, siguiendo con su perfil de hombre desgraciado, la ventura duró poco más de cuatro meses.

En las primeras semanas posteriores al suceso, Andrés fue invitado en reiteradas ocasiones en el bar Valdi. Acostumbrado a esconderse y a caminar con paso ligero, estas demostraciones de campechanía le provocaban más ansiedad que otra cosa, siempre esperando la puñalada por la espalda. No es que entrase en el bar por voluntad propia sino que, cuando los tertulianos le divisaban en la lejanía ya se aprestaban a llamarle y ensalzarle. Fue un tiempo extraño.

La motivación de los habituales del bar tuvo una doble acepción. Por un lado, cierta actitud de desagravio y, por el otro, la posibilidad de tener muy cerca a un espécimen muy difícil de ver. En mi opinión, la segunda opción tiene mejor fundamento, pues conociendo la mezquindad humana, cuesta de creer tanta alabanza y tanta agua de Vichy gratis, si no fuese para observar a un ejemplar mítico por sus calamidades y leyendas plenas de misterio y horror. Más bien creo que al ganar su confianza, en el fondo, pretendían alejar su miedo ancestral a todo lo que rodeara a la personalidad de Andrés. Porque sí, le tenían por un desgraciado pero también le temían.

De manera que, fuera de su área de influencia, le vieron como a un ser enfermizo, débil e inocente. En unas semanas, la curiosidad pseudo-científica por el personaje dio paso a situaciones de guiñol barato. Andrés se convirtió en una especie de bufón.

Cuando ya no le quedaron dudas de su auténtico papel en el pueblo, tomó la decisión de no acercarse más al mismo, a no ser que fuese por un trámite inexcusable. Daba rodeos para evitar pasar por las inmediaciones del bar Valdi y procuraba pasar inadvertido, con cambios físicos y envuelto en gorros y bufandas.

Cierto es que, desde entonces, más que agresividad y desconfianza, recibió un tono de burla envuelto en una falsa amabilidad, algo más llevadero para Andrés en cualquier caso.