Escritos Espurios 26.8

La venganza es un plato que Allan sirve cuando lo cree oportuno. Hoy es el preámbulo. En próximas entradas clavará la daga.

Ya conoces el último libro de poesía que mi padre publicó en el año 2005. Fue la culminación a toda una vida de dedicación, en su búsqueda de la perfección poética. También eres sabedor de mis gestiones con Max Canher -Conseller de Cultura de 1980 a 1984- que fructificaron en el prólogo que Albert Manent -amigo de juventud y colaborador habitual con Max Canher, Premi d'Honor de les Lletres Catalanes en el 2011-. tuvo la atención de escribir para el libro de mi padre. Si lo hizo fue porque le pareció una poesía relevante. Este hombre no nos conocía, ni a mi padre ni a mí. Valoró el libro y le dijo a Max Canher que iba a escribir el prólogo.

Semanas después, tuve el honor de invitarles a comer al Restaurant Hispania, en uno de los salones privados. Fue una buena experiencia gastronómica y cultural, bañada de anécdotas que solo se cuentan en momentos como estos. Es seguro que ambos han sido de las personas más importantes de la cultura catalana.

¿Qué voy a decirte de mi padre? Su tiempo libre era para la poesía más que a otra cosa. Recuerdo que muchos fines de semana se los pasaba delante de la Olivetti, consultando diccionarios -el Pompeu Fabra, la Gran Enciclopedia Catalana, el Diccionari Català-Valenciá-Balear de Alcover-, buscando palabras, rebuscando entre las letras, viviendo con intensidad este proceso. Desde los veinte años hasta los ochenta y cinco, mi padre dedicó muchísimo tiempo a su poesía y, por tanto, a la cultura catalana. Si hubiese un ranking de tiempo libre empleado en esta tarea, estoy convencido que mi padre estaría entre los tres primeros de Catalunya.