Escritos Espurios 26.2

Entresacado de El cadalso de Dios, una Biblia para locos:

Uno de los razonamientos más eficaces, en desuso hace siglos, para demostrar la existencia de Dios lo utilizaron los escolásticos. Decían que si era absurdo que un reloj fuese fruto del azar, más lo era que el Universo entero, en toda su complejidad también lo fuese. Es un argumento sofista, simple e ingenioso, pero muy falaz. 

En la presunción de que fuese así, es decir que Dios fuese la causa y el posterior efecto de todo cuanto rige el Universo, se podría afirmar que a día de hoy, a Dios le ha salido un competidor inesperado. Si nos centramos en la naturaleza, observamos maravillados la infinita variedad de registros, la impresionante complejidad de los organismos vivos, su evolución a lo largo de millones de años.

El hombre es una cúspide, sería la obra más compleja e inverosímil de Dios. El hombre se situaría como la única creación divina capaz de retarle. Cierto es que Dios puede hacer desaparecer al hombre de un soplo, pero también lo es que el hombre ha sido capaz de crear de un modo que a Dios le resultaría incomprensible. Incomprensible y, por supuesto, inalcanzable. Dios observaría con auténtico terror el curso de los acontecimientos. Por un lado, dispuesto a barrerlo del planeta mañana mismo pero, por el otro, estaría paralizado ante los enormes avances tecnológicos del hombre.

Es otra manera de crear, de mostrar habilidades. Lo realmente trascendente de todo es que, muchas de ellas, no estarían al alcance de la imaginación de Dios, ni de su omnisciente capacidad.