Escritos Espurios 22.1

Más sobre la historieta inventada por Allan.

Cuando llegó el día de que el hombre puso sus pies sobre la Luna, mi padre estaba nervioso. Durante el año que había pasado -entre julio de 1968 y julio de 1969- no me había prodigado en exceso en cuanto a mis previsiones y, aunque acertadas, no fueron nada relevantes. 

De hecho, mi padre ya no guardaba ninguna duda de que me había ocurrido algo extraordinario en el espacio de una noche y madrugada, a punto de cumplir los trece años. Tanto por mis aciertos de futuro como por las charlas mantenidas, impropias de un niño, no albergaba ninguna duda de mi mutación mental. Nuestro trato era más propio de dos hermanos maduros que de un padre e hijo.

Por fin, cuando Neil Armstrog pisó la superficie lunar el 21 de julio de 1969, mi padre me ofreció su mano. La tomé con fuerza. De pronto, ambos supimos que era el momento de avanzar en nuestro secreto, un secreto que tenía un terreno muy resbaladizo y peligroso. Avanzar por él sin sentido era un camino seguro hacia la destrucción.