Escritos Espurios 21.6

Literatura barata para el verano. Producciones Allan:

Cuando mi madre hubo retirado los platos y se encerró en la cocina, mis hermanas se apresuraron a salir al patio. Mi padre dejo el periódico a un lado y me dijo:

 - ¿Cuál es la explicación de todo esto?

Le contesté claro y conciso:

 - Ya no soy solo un niño. Soy un niño con una edad mental de cincuenta y seis años. Ya no podrás hablarme como se le habla a un niño, esta es la parte venenosa de lo que acontece. 

En aquellos días, mi padre tenia cuarenta y seis años. Le miré sonriendo y proseguí:

 - Es imposible que nada vuelva a ser como antes de esta conversación. Hemos de ser capaces de encontrar  ventajas a lo que está sucediendo. Conozco el futuro de los próximos cuarenta y tres años. No de un modo  preciso en todos los órdenes, sino genérico, aunque a nivel familiar de una manera muy concisa. 

Mi padre atendía con dificultades. Me escuchaba, pero su cabeza le daba alternativas a lo que yo decía. Supongo que llegó a pensar que todo era una broma o que tal vez estuviese enfermo. La disparidad entre lo que es posible y lo que escuchaba le dejó atónito.

 - ¿Qué sabes del futuro?

 - Lo que quieras saber, aunque con ciertos límites. Del mismo modo que cada día te empapas de las noticias del periódico y, no obstante con el paso del tiempo, llegas a olvidar la mayoría de ellas, así tengo yo recuerdo del futuro. Puedo haber olvidado cosas que supe, pero recuerdo lo esencial, los acontecimientos principales. En determinados aspectos la memoria es muy precisa, como por ejemplo los resultados de mi equipo de fútbol pero, en cambio, he olvidado quien será el ministro de Nicaragua dentro de quince años.

Mi padre me observaba con una mirada taciturna.

 - Pregúntame algo del pasado que por mi edad no debería saber.

 - ¿Algo del pasado? ¿No dices que sabes cosas del futuro?

 - Conozco tantas cosas del pasado como del futuro. Cualquiera puede saber muchas vicisitudes del pasado, pero tú sabes que un niño de doce años no debería saber determinadas cosas, tanto por su dificultad intelectual como por su profundidad. Adelante, pregúntame.

Mi discurso excedía el propio de un niño de corta edad. Mi padre se sobrepuso y preguntó:

 - ¿Quién escribió "Humano, demasiado humano"?

 - Nietzsche.

 - ¿Qué sabes de Sartre?

 - Un filósofo francés, exponente del existencialismo.

Me interrumpió, haciéndome demasiadas preguntas. En mayor o menor medida, fueron todas contestadas. Satisfecho y aterrorizado se sumió en un largo silencio.