Escritos Espurios 20.8

En Escritos Espurios 9.8 se recogió un escrito de Allan. Tuvo bastante buena acogida aunque sigue el clásico patrón del escritor frustrado en que se ha convertido. Ha seguido escribiendo al respecto. No pienso publicar todas las secuencias, aunque pondré algunas páginas de su entelequia.

Regalo envenenado

Casi un año después tomé la decisión de compartir mi secreto con mi padre. No se trataba de que tuviese una sensación de ahogo, sino que me apetecía hacerle cómplice de la situación en que me encontraba.  Después de comer, el día 9 de julio de 1968, le dije:

 - Hace tiempo que quiero comentarte algo. He pensado en las posibles diferentes maneras de hacerlo. Finalmente he elegido la que creo mejor.

Acto seguido, entregué a mi padre un sobre cerrado. Le comenté que debería abrirlo en mi presencia el día 12 de julio, tres días después, antes de comer. Se mostró sorprendido y, aunque hizo alguna pregunta, insistí en lo expresado sin darle más información, haciendo hincapié en que guardase el sobre, de tal manera que nadie más conociese su ubicación.

No me resultó fácil dar este paso. Por un lado, la vida de mi padre ya no sería la misma. Ser conocedor de tal secreto es realmente perturbador y, todavía debe serlo más, cuando es un hijo tuyo el afectado. Pensé que siendo eso cierto, también lo era que tendríamos una relación distinta, más cómplice, muy diferente de la que teníamos en el sueño. En el mismo, mi padre vivía ajeno a algunas dimensiones de mi infancia, demasiado atareado en el trabajo y en sus disquisiciones poéticas. Es evidente que tenía su riesgo. La información sería demasiado impactante como para que se pudiese digerir como si nada hubiese pasado. Pero a su vez, tendríamos un mundo propio, ajeno del resto del mundo.