Como bien sabes, Pep murió en un campo de trabajo nazi. No puedo negar que este suceso me ha sensibilizado algo más al respecto, pero no en cuanto a mi valoración de los hechos, sino en la búsqueda de información. Cuanto más me he adentrado en este infierno glacial, más me horroriza el ser humano.
La crueldad desmedida aplicada como un método científico me deja anonadado. ¿Cómo fue posible tanta insensibilidad? Al igual que las grandes epidemias, me resulta evidente que determinadas ideas, expuestas con firmeza y potencial escénico, con argumentos falaces y demagógicos, actúan en la mente de los hombres cual virus que infecta la consciencia del ser humano. No se puede explicar de otro modo. En la Alemania nazi, llegó un momento en que millones de personas víian a los judíos como si fuesen ratas. Una vez que se consigue eso, azuzarlas, maltratarlas y eliminarlas resulta un pasatiempo.
Una vez se asume que una determinada raza es merecedora de la aniquilación, resulta más fácil ampliar el registro: homosexuales, gitanos, republicanos españoles, eslavos, lisiados de guerra, etc.
Ante tanta crueldad se opone una inmensa idiotez. Que a día de hoy, Alemania vuelva a ser un país poderoso que marca los caminos de Europa, solo es la culminación de una estulticia absoluta.
En cuanto a los revisionistas, en vez de ignorarlos y encarcelarlos, les daría la oportunidad de que, a través de un debate de alcance mundial, hiciesen sus aportaciones y estas se valorasen con objetividad. El hecho de que se impida este debate genera dudas sobre la historia oficial.
Qué más da si fueron seis o tres millones de judíos los que fueron aniquilados. Es inconcebible que después de lo que se sabe, todavía haya personas que levantan la bandera con simbología nazi.