Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
en el apartado Páginas.

J A Q U E A L A R A Z O N

6.8.11

Escritos Apócrifos 9.1

En el atardecer del 20 de mayo de 2003, Allan se encontraba en un mesón leones, hablando con Vives, quien iba acompañado por su mujer. Pan crujiente, cecina y cervezas fueron el aperitivo a una conversación que aportó mucha información a Allan.

Se narra en JAQUE A LA RAZÓN que un 23 de junio, Allan abandonó de manera definitiva el internado, en el que había estado por un período de tres años. Faltaban un par de meses para que Allan cumpliese quince años.

A la mañana siguiente, después de desayunar, recogí todas mis pertenencias y me despedí de los compañeros y de la cocinera. También de la escuela y del lago. Con los profesores fue un adiós cortés y distante. No pude despedirme de los directores, pues se encontraban indispuestos después de lo sucedido con Andrés. Agustín, uno de los maestros, me entregó un sobre que contenía una nota firmada por ellos como acto simbólico de despedida. Después de caminar unas decenas de metros, miré hacía atrás. Mis mejores amigos agitaban las manos. Noté una emoción, una especie de ahogo. Lo interpreté como una señal, el adiós a una etapa de mi vida. Era como cerrar una puerta, creyendo que nunca más volverá a abrirse.

Entre sus amigos estaba Vives, con quien se abrazó antes de marchar. Pocas horas después ocurrió lo inimaginable, algo de lo que Allan no supo hasta casi quince años más tarde, por boca de Andrés. Vives lo vivió en primera persona, marcando su vida para siempre.

- El silencio reinaba en la noche. Hacía unas dos horas que los alumnos estábamos en la cama, con las luces apagadas. Un grito espantoso marcó el inicio de todo. Un grito que dio paso a un desgarro inacabable. La señora Rosa bajó del tercer piso, con los ojos desorbitados, chillando enloquecida. Dos profesores intentaron calmarla preguntándole por la causa de su desesperación. Todos estábamos aterrados.

Vives hizo una pausa para proseguir.

- Una noche después de lo ocurrido con Andrés se repetía el mismo guión, esta vez con un desenlace horrible. La pobre mujer, reducida por los profesores, hizo señas de que quería bajar. Arropada por el jefe de estudios y un profesor, bajaron la escalera hasta la puerta de entrada de la escuela, la que daba al lago. Los alumnos los seguimos a una prudente distancia. La escuela tenía las luces de noche encendidas, todo eran sombras, jadeos y miedo. Nada más abrir la puerta principal, los gritos de los profesores fueron espantosos. Justo en este instante la escuela quedó a oscuras. Se escuchaban ruidos muy extraños, soplaba el viento de un modo irracional, abrazando a cada uno de los que estábamos allí. Era como si un remolino nos empujara hacia el exterior.

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