Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
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J A Q U E A L A R A Z O N

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26 de mayo de 2002

Allan ya ha superado los dos años de investigación esotérica. A día de hoy, solo quedan tres proyectos entre los restos de una tierra desolada. Hay algo de perverso en esto, pues uno de los tres supervivientes de la pandemia humeante es el proyecto inicial que ha resistido las andanadas de la experimentación más desorbitada. Cabe pensar que mejor habría sido ahorrarse tanto esfuerzo. Aunque él no piensa así:

“Si al final resulta que la vía más acertada es la primigenia, podría parecer que el resto de iniciativas han sido estériles, pero tengo una opinión divergente. Cada acción, si está realizada con criterio, ya sea por abrir una vía completamente nueva, o por comprobar algunas variantes del proyecto inicial, lleva implícita una marca empírica. No he efectuado ninguna práctica de manera baladí. Cada movimiento ha sido perfectamente documentado, tanto en sus previsiones como en sus resultados. Todo al detalle: temperatura, tiempo exacto de las destilaciones, las variaciones de peso, sublimaciones..., y si bien, más tarde o más temprano, la mayoría de estos intentos han desembocado en un cenagal de tierras cenizosas, tengo el convencimiento de que han servido para salvaguardar el proyecto originario de posibles errores y para adquirir el oficio necesario. Desde hace un par de semanas, mi vida es más normal, duermo más horas seguidas y vuelvo a apreciar el valor de una comida preparada con algo de tiempo. En momentos puntuales he recuperado ciertas actividades olvidadas: informática, Internet, lectura, contacto con la naturaleza, escuchar algo de música..., pero siempre siento el ahogo que produce el peso de esta labor de titanes. Ya solo quedan tres vías que persisten. Esto me provoca una profunda inquietud. Hace unas semanas ni siquiera tenía tiempo de pensar en las consecuencias de un fracaso. Estaba tan inmerso en el trabajo que cada segundo era exprimido para ser alimento de dos únicas actuaciones: las funciones vitales esenciales de todo ser humano y las inacabables jornadas de estudio, deducción y práctica alquimistas. Ahora, en cambio, en ocasiones me pierdo en la incertidumbre y dejo que su negativa influencia lo invada todo.”

Si bien el trabajo alquimista no es tan abrumador, Allan empieza a acusar la presión del tiempo. En estos momentos se debate entre el temor y la esperanza; entre el cansancio y una cierta energía renovada al llevar un tipo de vida más acorde y presentir una luz en la lejanía, el leve destello de una ilusión que todavía no ha sido derrotada.

En clave irónica, en el libro Roman de la Rose, iniciado por Guillaume de Lorris y acabado por Jean de Meung, escrito en el siglo XIII, se comunican nociones e ideas filosóficas. Algunos versos son como siguen: “Que dices y nombras en práctica / alquimista y buen filósofo: / y no tienes saber ni materia, / ni teoría ni ciencia, / del arte ni de mi conocimiento. / Tu rompes alambiques, gran bestia, / y quemas carbón que te aturde; / cocinas alumbre, nitro, atramento, / fundes metales, quemas oropimentos; / haces grandes y pequeños hornos, / abusando de diversos vasos. / Pero en realidad te notifico / que me avergüenzo de tu locura”.

No voy a esperar a ver cuál es el resultado final de su tentativa para hacer una predicción: creo que está condenada al fracaso. Me defino antes de ver como cada uno de los tres fetiches metafísicos se disuelven en su propia inconsistencia.

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