Debo reconocer que mi intento de acuerdo con el Gobierno Libio ha tenido su origen en mi beligerancia con Allan. Aunque él no sea consciente de la misma, lo cierto es que encuentro una agradable sensación cuando le gano al poker, le escondo archivos o le impido navegar por Internet. Tal vez eso me humanice sin quererlo. En cierto modo me tiene bastante preocupado.
Allan tiene auténtica obsesión contra Gaddafi. Le culpa de muchas muertes en Tchad, de saqueo y destrucción del país, hace de ello bastantes años. No se lo perdonará nunca. Es por ello que sigue al minuto cualquier acontecimiento que ocurra en Libia, esperando que el dictador salga finalmente de Trípoli, rumbo a Irán o Venezuela.
Allan es como un niño. Está vinculado a un país en el que no ha estado más de treinta días, de los cuales veinte como recién nacido, y los diez restantes -casi en la totalidad del tiempo- encerrado en el Hotel du Chari, en N'Djamena. Vive de fantasías, de ensoñaciones, de intentos absurdos en busca de la excelencia utópica.
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Allan tiene auténtica obsesión contra Gaddafi. Le culpa de muchas muertes en Tchad, de saqueo y destrucción del país, hace de ello bastantes años. No se lo perdonará nunca. Es por ello que sigue al minuto cualquier acontecimiento que ocurra en Libia, esperando que el dictador salga finalmente de Trípoli, rumbo a Irán o Venezuela.
Allan es como un niño. Está vinculado a un país en el que no ha estado más de treinta días, de los cuales veinte como recién nacido, y los diez restantes -casi en la totalidad del tiempo- encerrado en el Hotel du Chari, en N'Djamena. Vive de fantasías, de ensoñaciones, de intentos absurdos en busca de la excelencia utópica.
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