Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
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J A Q U E A L A R A Z O N

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11 de noviembre de 1999

“Su vivienda está ubicada en un edificio de tres plantas, un inmueble oscuro y deslucido, con algunas grietas. Subí las escaleras hasta el segundo piso. Pulsé el timbre y se hizo una larga espera. No insistí. Al fin, abrió la puerta un hombre de unos setenta años, de complexión fuerte, bovina. Al saludarnos me sorprendió la tenaza de su mano. Sonrió cuando le hice esta observación. Fijé mi atención en sus grandes ojos acuosos, enmarcados por unas bolsas prominentes. Estaba delante del alquimista.

Me invitó a pasar al interior de la vivienda. Es un piso tiznado por el paso de los años y por los humos resultantes de las calcinaciones. El comedor tiene un color uniforme, se diría que tostado. Las paredes, los muebles, los libros parecen hermanados por una tonalidad cromática de color pardo. Me ofreció unas galletas y un poco de moscatel e iniciamos una conversación. El alquimista hizo una disertación de carácter general.

–La alquimia levantó suspicacias por su carácter profano, dada la abundancia de referentes míticos y mitológicos, incluyendo escenas simbólicas de dudosa correspondencia moral. Por esto mismo, el arte hermético hizo sincretismo con el cristianismo esotérico para preservarse sin ser objeto de sospecha, además de dotar al cristianismo de un modo de realización. La alquimia es, esencialmente, una praxis guiada de procesos, medidas, regímenes y grados, pero también es un arte de amor. No es un arte empírico, sino que es una ciencia sagrada inspirada. Es una doctrina cosmológica que implica la cognición de aspectos solares, planetarios y atómicos, lo que conlleva una comprensión del universo, de la materia y, como consecuencia, mayor conocimiento de uno mismo.

En cierto momento me preguntó:

–¿Cuáles son sus conocimientos de alquimia?

–Mucha lectura, algunos progresos con los pentáculos y un material valioso en forma de láminas que ha caído en mis manos por puro azar, pero que me resulta impenetrable.

El alquimista asintió varias veces con la cabeza y expuso:

–Voy a serle sincero. He revisado atentamente las partes fotocopiadas que usted facilitó al señor Hamán. Aunque a primera vista solo revelan partes de un proceso muy divulgado en los libros ocultistas, lo cierto es que aportan detalles que entiendo como muy singulares en el desarrollo y cumplimiento de la Gran Obra . Incluso le diré que, el hecho de haber podido observar estos recortes, me ha facilitado la comprensión de algún interrogante. Por eso lo he llamado, porque usted está en posesión de unos contenidos que para mí son muy valiosos. ¿Qué espera usted a cambio de compartirlos conmigo?

De entrada, su pronunciación me resultaba casi ininteligible pero, a medida que desgranaba palabras, puse en marcha un proceso de entendimiento que me permitió resolver las ecuaciones de su voz cavernosa. Le contesté:

–Quiero aprender el oficio de alquimista. Conocer los materiales, dominar los tiempos, resolver las operaciones...

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