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En la noche de nuestro reencuentro, Andrés interpretó que el momento de avanzar con decisión había llegado y que mi presencia obedecía –atendiendo a las circunstancias ya comentadas– a un designio y no a un azar. Llegamos a un acuerdo. A partir de ahora, cada uno aportará sus capacidades, a modo de experiencia, intuición, método e inteligencia. En el caso de Andrés, deberá aportar además, una elevada dosis de valentía. Así hay que catalogar su presencia en la antigua escuela, instalado como un nuevo huésped a la espera de unas apariciones fantasmales que ahora ya sabía que tomaban vida fuera de su mente. Por una ordenación astral desconocida, solo le fueron mostradas en el interior de aquella casa y a él en exclusiva, con una sola excepción: la de su padre, quien poco antes de suicidarse, atormentado por un pasado de culpabilidad atroz, gritaba enloquecido por la visión de unos entes deformes que le animaban a arrojarse al vacío. Eran los mismos entes que muchos años atrás había visto Andrés y que fueron la causa de su destierro. Al fin, su padre no pudo más y se arrojó por el balcón en busca de una muerte liberadora. Esta fue la revelación de su madre en el angosto trance de la agonía, la última pieza que permitió a Andrés ver la luz en aquella oscuridad dañina.
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En la noche de nuestro reencuentro, Andrés interpretó que el momento de avanzar con decisión había llegado y que mi presencia obedecía –atendiendo a las circunstancias ya comentadas– a un designio y no a un azar. Llegamos a un acuerdo. A partir de ahora, cada uno aportará sus capacidades, a modo de experiencia, intuición, método e inteligencia. En el caso de Andrés, deberá aportar además, una elevada dosis de valentía. Así hay que catalogar su presencia en la antigua escuela, instalado como un nuevo huésped a la espera de unas apariciones fantasmales que ahora ya sabía que tomaban vida fuera de su mente. Por una ordenación astral desconocida, solo le fueron mostradas en el interior de aquella casa y a él en exclusiva, con una sola excepción: la de su padre, quien poco antes de suicidarse, atormentado por un pasado de culpabilidad atroz, gritaba enloquecido por la visión de unos entes deformes que le animaban a arrojarse al vacío. Eran los mismos entes que muchos años atrás había visto Andrés y que fueron la causa de su destierro. Al fin, su padre no pudo más y se arrojó por el balcón en busca de una muerte liberadora. Esta fue la revelación de su madre en el angosto trance de la agonía, la última pieza que permitió a Andrés ver la luz en aquella oscuridad dañina.
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