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Jaque a la razón (III)
Y así toda la noche, implicados en una cháchara interminable. Allan escuchó a Andrés con suma atención, pero en modo alguno, en el transcurso de aquella conversación, se dejó seducir por ningún atisbo relacionado con la idea de destino que Andrés defendía con tanto énfasis. A pesar de ello, Allan se dejó llevar por una marea que inundó su mente. Una marea que esgrimía muchos razones, entre ellas la misma por la que el almirante Langlais –protagonista de la novela Océano, de Baricco– acogió en su palacio al náufrago Adams: “No quería salvarlo. No era exactamente eso. Quería salvar las historias que vivían escondidas en su interior”.
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Jaque a la razón (III)
Y así toda la noche, implicados en una cháchara interminable. Allan escuchó a Andrés con suma atención, pero en modo alguno, en el transcurso de aquella conversación, se dejó seducir por ningún atisbo relacionado con la idea de destino que Andrés defendía con tanto énfasis. A pesar de ello, Allan se dejó llevar por una marea que inundó su mente. Una marea que esgrimía muchos razones, entre ellas la misma por la que el almirante Langlais –protagonista de la novela Océano, de Baricco– acogió en su palacio al náufrago Adams: “No quería salvarlo. No era exactamente eso. Quería salvar las historias que vivían escondidas en su interior”.
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