Siempre encuentro correos donde se me pregunta por Allan y Andrés. Puedo comprender la fascinación que os produce este par de fracasados. Seré escueto: Allan sigue valorando la incidencia del lametón dado a la piedra. Ahora mismo, ni sabe ni deduce nada significativo. Cierto es que, desde el día en que puso su lengua en el dudoso producto, fruto de calcinaciones y manipulaciones varias, su fijación en este apartado, es obsesiva.
En cuanto a Andrés, me reafirmo en que es mucho más bobo de lo que podía imaginarme. Vive en un edén ficticio, donde se le respeta por real decreto. Si no fuese por las consecuencias negativas que podrían llegar a afectarme, le dejaría caer a gusto. Es una presencia ingrata, estúpida, no entiendo como Allan le presta atención en la actualidad. Ya no le sirve de nada. A la mínima ocasión, en cuanto intuya que sus lazos se desvanecen, pondré a Andrés en la puerta de entrada de su miserable destino.
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En cuanto a Andrés, me reafirmo en que es mucho más bobo de lo que podía imaginarme. Vive en un edén ficticio, donde se le respeta por real decreto. Si no fuese por las consecuencias negativas que podrían llegar a afectarme, le dejaría caer a gusto. Es una presencia ingrata, estúpida, no entiendo como Allan le presta atención en la actualidad. Ya no le sirve de nada. A la mínima ocasión, en cuanto intuya que sus lazos se desvanecen, pondré a Andrés en la puerta de entrada de su miserable destino.
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