Allan no recibe visitas. Pocas veces abre la puerta aunque suene el timbre. Cuando lo hace es para recoger los pedidos que ha encargado por fax, teléfono o correo electrónico. El vestíbulo es una línea fronteriza infranqueable. El teléfono e Internet son sus enlaces directos con la sociedad. Giovanni Papini puso en boca de Gog: “Haré de anacoreta solitario con todas las comodidades de la civilización”. Allan está en esta posición, es un vigía del mundo en su torre de marfil. Vive en una especie de república independiente en la que cuesta mucho entrar y de la que casi nunca sale.
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