Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
en el apartado Páginas.

J A Q U E A L A R A Z O N

29.6.09

Escritos Espurios 1.5

Los lectores de JAQUE A LA RAZÓN ya conocen las tribulaciones de Allan y Andrés. La anécdota reflejada por Allan en su diario del año 1999, fue esencial en la culminación de unos hechos posteriores.


21 - 7 - 1999

Me acaban de despedir del trabajo. Han alegado una reestructuración de la agencia, aunque no me lo creo. Era uno de los mejores traders de la compañía, mis números no dejan lugar a dudas. Más bien creo que he pagado algún exceso y un azar caprichoso.

En referencia a los excesos, hace una semana amenacé al alcalde de la población. Eso siempre trae malas consecuencias, aunque ahora me toca mover ficha a mi.

En cuanto al azar, el sábado 10 de julio, comencé a habilitar un espacio para un reto utópico. Al final, separé unas bolsas, la mayoría de ellas para ser desechadas. A la una de la madrugada bajé a la calle y tiré al contenedor una decena de las mismas. Después, al volver a casa con ganas de ducharme y de meterme en la cama, advertí que por error había bajado una bolsa que no correspondía.

Volví al contenedor. Lo abrí y observé que no iba a ser fácil recuperarla, estaba demasiado vacío y no conseguía hacerme con ella. Me subí a uno de los soportes que sirven para encajar los contenedores y apoyé mi mano izquierda en el contenedor, mientras con la derecha quería coger la maldita bolsa. Hasta que ocurrió lo peor: me resbalé y caí de bruces dentro. Mis escrúpulos siempre tan a flor de piel me acuchillaron la mente. Con un asco inmenso tomé la bolsa y me incorporé para salir de ahí.

Justo en este momento, pasaron por delante del contenedor unos significados integrantes de las fuerzas vivas de la población: un médico, un concejal del ayuntamiento, un empresario y un buen cliente de la agencia, todo amenizado con sus respectivas señoras. Al unísono expresaron un "¡Oh!, aliñado con miedo y sorpresa. En un segundo capté las dos posibles opciones. Opté por la peor. Les dije: "Buenas noches". Ellos, todavía presos del absurdo que tenían delante de sus ojos, contestaron con un leve susurro que más pareció la letanía de un rosario. Imagino que tardaron algunos segundos en identificarme. Siempre es costoso reconocer a alguien, aunque sea tu madre, si no está en el lugar que le tienes asignado.

Imaginé que aquello iba a traer consecuencias. La noticia corrió como reguero de pólvora: un asesor financiero que aprovecha las noches para asaltar los contenedores de basura. Mala cosa. Alea jacta est.

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