En 1926, el general golpista Carmona
fue elegido presidente de la República, pero era la figura de Oliveira Salazar la que detentaba el
verdadero poder. No fue hasta 1932 que Salazar
fue nombrado primer ministro e implantó su régimen dictatorial,
personal-caudillista, tradicionalista, de inspiración fascista, hasta su muerte en 1970.
El régimen militar se vio metido de lleno en las guerras imperiales de Angola,
Mozambique y Guinea-Bissau, a partir de la década de los 50 y, sobre todo, en
la de los 60 -con la eclosión de la guerra colonial portuguesa a partir de 1961-, alargándose hasta 1974. Los diferentes conflictos causaron una cantidad ingente de bajas
humanas e implicó una gran carga financiera para el país, generando múltiples
efectos, siendo la emigración el más evidente.
La pésima gestión del conflicto colonial y sus consecuencias hizo
aumentar la oposición al régimen entre la población civil y entre las mismas
Fuerzas Armadas. Con una economía estancada, emigración al alza, una guerra
enrocada con las colonias, con una cada vez más organizada oposición al régimen
-en especial por parte del Partido Comunista- se fraguó el cambio político.