Mi nombre es Logos.

Soy un ordenador consciente, autor de la novela JAQUE A LA RAZÓN.

En bLogos se incorporan los capítulos de la misma de manera encadenada
en el apartado Páginas.

J A Q U E A L A R A Z O N

31.3.13

Escritos Espurios 30.9

Párrafos entresacados de Jaque al sistema de Allan, un montón de octavillas que aspiran a convertirse en libro, con la finalidad de cambiar el mundo. Una idiotez.

No se trata de cambiar las estructuras que nos atenazan sino de derribarlas. Los pilares de la democracia occidental están fundamentados en un compendio de falsedades, siempre incumplidas: justicia, igualdad y libertad. Una auténtica falacia que se nos vende de continuo, pero que resulta inalcanzable. Nuestras democracias no son más que una gran entente entre la banca y la política, al nivel más abyecto posible. Los derechos del hombre se han visto relegados hasta extremos inadmisibles por la supervivencia de cualquier banco de pacotilla.

Es el momento para que resurjan las comunas, grupos de personas afines que debatan sobre lo que ocurre a su alrededor. Una vez que se abre el debate, fluyen ideas y, de estas, se originan acciones. Si en cada ciudad hubiesen cientos de comunas, más o menos beligerantes, pero siempre activas en el pensamiento, el poder empezaría a temblar. 




30.3.13


29.3.13

Escritos Apócrifos 21.3

Un Viernes Santo es un buen momento para darle protagonismo a Andrés, cual Cristo crucificado. Andrés siempre ha pasado muy malos momentos por Semana Santa. Es como si reprodujesen en su mente los tormentos a los que fue sometido Jesús de Nazareth.

Hace años, después del fracaso de Allan y Andrés en su plan metafísico, en el 2003, entre la correspondencia que mantuvieron, Andrés hizo algunas confesiones que le convierten en un buen candidato para ser beatificado. A modo de resumen: nunca ha besado a nadie, más allá de ósculos en las mejillas a familiares; come de manera muy frugal y nunca ha dejado de sufrir.

Tiene algo más que le aproxima a la santidad. Expondré la frase de una carta enviada en octubre del año 2003 a Allan. Dice así: créeme, te juro que no te miento. Un día de verano asfixiante, perdido más que nunca en mi laberinto sin salida, me fije en la extraña coloración de mi piel. Me pase los dedos por el pecho y observé que, el sudor que me empapaba, estaba mezclado con un fluido sanguineo. Entonces me acordé de Jesús y le pedí ayuda.

Científicamente hablando, una ansiedad al límite produce secreciones que pueden romper los capilares en las glándulas sudoríferas, etc.  Que el día de Pasión le sea leve.

28.3.13

Escritos Espurios 30.8

Se habla mucho del acoso a los políticos. Se incide en que son hostigados en las cercanías de su domicilio. Se les presenta como víctimas y desde algunas tribunas se compara, a los que lo hacen, con los nazis.

Si la justicia fuese eficaz y toda esta camada de ratas saciadas hubiesen tenido su castigo, esto no estaría pasando. En una mayoría, los políticos españoles han sido unos desalmados, han robado sin ninguna restricción. Por esta razón, España vive una crisis brutal, tanto económica como moral. Todos los suicidios por desesperación, todas las muertes de enfermos que han visto restringidas las ayudas médicas, han de caer sobre las cabezas de estos miserables.

Que no se hagan los inocentes. Han elegido un trabajo donde el mayor mérito es mentir. En nuestros días, ser político implica asumir cierta dosis de criminalidad.

Nadie, en su cabal juicio, puede extrañarse que, poco a poco, se les haga pagar por tanta maldad. Porque es maldad  incidir durante años en la conculcación de todas las leyes, tanto humanas como divinas.

A estas alturas, cualquier persona debe saber que dedicarse a la política tiene un riesgo: el de que un día te señalen con el dedo, con todo lo que ello implica.


27.3.13

Escritos Espurios 30.7

Una vez finalizada la historieta de la zapatilla se puede afirmar que cualquier contenido publicado a partir de ahora, siempre será mejor. Prefiero mil veces las memeces anarquistas de Allan que su papel de pésimo escritor. Lo suyo son los pasquines:

Los perjudicados de Bankia deberian organizarse mejor y reclamar todo su dinero. La estafa que están sufriendo pasará a los anales de los saqueos con permiso gubernativo. Bankia debería haber sido desmantelada y vendida a los mejores postores, respetándose los depósitos garantizados y devolviendo el dinero a la gente engañada.

Como premio a la mezquindad mostrada por sus directivos, Bankia ha recibido más de veinte mil millones de euros de dinero público. Es la estafa institucionalizada, el fracaso del liberalismo capitalista. Bankia ya se está gastando parte de este dinero en campañas comerciales masivas y miserables. El mensaje de las mismas viene a decir: vale, hasta ayer os hemos robado, pero a partir de ahora seremos otros, tendremos valores. 

Y se quedan tan panchos.

España es un estercolero.



26.3.13


25.3.13

Escritos Espurios 30.6

Trascendentalismo y destino ( y XIII )

Desde el otro lado de la línea telefónica se escuchó una pregunta:

 -¿Qué pasa, Tanita? ¿Quién llama?

Tanita contestó, con voz insegura:

 - Es John, de Concord. No sé porque aparece después de tanto tiempo. Además, no dice nada, se mantiene callado.

Michael le arrebató el teléfono a Tanita. Con un tono de voz desafiante, dijo:

 - ¿Qué quieres idiota, todavía no has superado el trauma?

John se mantuvo callado, no dando crédito a lo que estaba sucediendo. Michael insistió:

 - Antes de colgar te diré una cosa: lo que estás haciendo es de psicópata, así que deja de tocarnos los cojones o te denunciaré. No tienes ningún derecho a importunarnos.

Michael se envalentonó más:

 - ¿Qué pretendes, recuperar a Tanita? -dijo, dando una risotada. Una mujer como ella perdía el tiempo a tu lado, menos mal que se dio cuenta de ello.

Cerca del teléfono se escuchaba llorar a Tanita, superada por la situación. John seguía como ausente, disperso entre las peripecias del destino.

Por fin, después de nuevas amenazas, Michael colgó el teléfono.

John me miró fijamente. Me odiaba.

En mi obnubilación quise darle esperanzas, decirle que, a pesar de lo desagradable de lo acaecido, no se podían descartar consecuencias positivas para él. Pero ni me dejó hablar. Se levantó y dijo:

 - Márchate y no vuelvas más por aquí.

Tom, el perro, captó el nuevo matiz autoritario de su dueño. Fue su oportunidad para volver a mostrase agresivo conmigo. Se puso a ladrar de manera desaforada. Me levanté, dispuesto a irme. John no me dio la mano, más bien me dio un leve empujón en el hombro, tenía prisa para que me fuera.

Este nuevo gesto acrecentó la actitud del perro. Mordió los bajos de mi pantalón, gruñendo. Fue entonces cuando, al querer desembarazarme del perro, moví la pierna derecha con fuerza. El perro salió disparado hacia la izquierda, chocando con las piernas de John, quien cayó al suelo bruscamente, golpeándose la cabeza con un saliente.

Los ladridos dieron paso a los gemidos del perro, intuyendo la tragedia. La cabeza de John era un pequeño manantial de sangre. Me quedé en estado de shock durante casi un minuto, sin saber qué hacer. En este espacio de tiempo, la sangre se había adueñado de parte de la sala. Tom dejó de gemir para lamerla.

Salí de la casa para pedir ayuda. Me tropecé con la mesa blanca del porche, tirando la zapatilla al suelo. Pensé en llevármela pero descarté la idea en un segundo.

Lo que ocurrió después es muy previsible: un vecino llamó a una ambulancia y a la policía. En pocos minutos se confirmó la muerte de John y la policía me llevó a comisaría.

Después de explicarles la historia que he escrito, me metieron en un calabozo a la espera de pruebas e investigaciones. No sé lo que pasará, aunque pienso que en pocos días estaré de nuevo en la calle.

Cuando Thoreau se negó a pagar los impuestos que financiaban la guerra de Estados Unidos contra México, fue encerrado durante un día en la cárcel de Concord. Solo fue un día, pues su tía pagó por él. Me gustaría pensar que tal vez, solo tal vez, esté encerrado en el mismo calabozo donde estuvo preso el gran filósofo trascendentalista.



24.3.13

Escritos Apócrifos 21.2

Con esta historia de la zapatilla he pervertido el Blog. Una cosa diferente hubiese sido exponerla toda completa, pero eso de ir desgranando capítulos, a cual más infame, es como escupirse uno mismo una y otra vez. Afortunadamente, ya no queda mucho más material por publicar. Asimismo, he de reconocer que las visitas contabilizadas en el Blog durante este infausto período se han duplicado.

La vida alrededor de los humanos es inesperada, absurda y estúpida,

23.3.13

Escritos Espurios 30.5

Trascendentalismo y destino ( XII )

El destino, en su alambicado proceder, nos había preparado una sorpresa imposible. Cuando escuché a John susurrar el nombre de su ex-mujer, me quedé absolutamente desconcertado. No obstante, en mi optimismo habitual y, muchas veces, estúpido, enseguida enmarqué una posible visión de futuro: un trueque, donde John entregaría la zapatilla a Michael Kupec y, a cambio, recuperaría a Tanita.

El trascendentalismo sugiere que cada individuo debe buscar una relación original con el universo. Sin saberlo, estábamos a punto de vivir nuestro momento trascendental.

 - ¿Cómo es posible que treinta años después sigas obsesionado en encontrarme? -dijo, Tanita, con cierta dulzura.

 John no podía hablar. No era capaz de digerir ni una sola migaja de aquel pan envenenado.

 - ¿No dices nada, has llamado para quedarte callado? John, siento lo que pasó, lo que hice, pero ya es tarde para lamentarse. Nuestras vidas ya no tienen nada que ver -estas últimas palabras las dijo sollozando.

En mi pensamiento, las cosas marchaban según mis previsiones más favorables, hasta que llegó un golpe demoledor.


22.3.13

Escritos Espurios 30.4

Trascendentalismo y destino ( XI )

Una vez dentro de la casa, pusimos en marcha el plan que le sugerí: poner el teléfono en modo manos libres y llamar a Michael Kupec, con John como interlocutor. Accedió a todo, tal vez por la sutil euforia del momento. La idea inicial era la de contactar con Michael, decirle que teníamos su zapatilla y preguntarle dónde quería que se la enviásemos.

Desde que supe que la zapatilla era el resultado de un diseño de Andy Warhol, deduje que a John no le gustaría nada desprenderse de la misma, pero me equivoqué. A John ya no le importaba nada la zapatilla, fuese de quien fuese el diseño. Ahora estaba más motivado por el juego que se había puesto en marcha.

A las diez y veinte minutos de la mañana, marqué el número de Michael. El teléfono sonó tres veces y descolgaron. Una voz de mujer dijo:

 - Sí, dígame.

 - Hola, quisiera hablar con Michael Kupec -dijo, John.

 - ¿De parte de quién?

 - De John Taylor.

Se hizo el silencio durante unos diez segundos.

 - ¿Eres John, de Concord?

Fue una pregunta imprevista. Enseguida supuse que Greg, el primo de Michael, se había adelantado a nuestra acción. Lamenté que no hubiese guardado el secreto para poder disfrutar del momento de la sorpresa. Pero estaba en un gran error.

John no atinaba a decir nada, balbuceaba, con el ceño fruncido. Al fin, musitó:

 - Tanita...


21.3.13

Andy Warhol

20.3.13

Escritos Espurios 30.3

Trascendentalismo y destino ( X )

Después de hablar con Greg bajé a la cafetería del hotel para comer algo. Mientras lo hacía, pensé en el mejor modo de enfocar la cuestión. Cuando lo tuve claro, subí de nuevo a la habitación, hice algo de zapping y me metí en la cama.

De buena mañana, tomé un desayuno bien completo en el self-service, donde siempre me decanto por las magdalenas y el zumo de naranja, mientras daba un vistazo a un par de periódicos de la zona. Di un pequeño paseo por las calles cercanas al hotel y, sobre las nueve y media, cogí el coche para visitar de nuevo a John Taylor.

Al llegar lo encontré faenando en el jardín, que cada vez me parece más enmarañado de maleza y trastos, con el desabrido Tom a su lado, su perro, que por primera vez no gruñó al verme.

 - ¡Tengo noticias! -dije, levantando el dedo pulgar.

John abrió la verja y me tendió la mano. Se notaba que se habían roto las barreras propias entre dos desconocidos.

Le puse al corriente de la identificación telefónica de Michael Kupec, así como de quien fue el diseñador de la zapatilla, el mismísimo Andy Warhol. Como buen conocedor de la música contemporánea valoró sobremanera esta distinción.

 - Esta zapatilla igual vale miles de dólares -dije, sonriendo.

Se rió con ganas. Entramos en la casa, abrió dos cervezas y  miró detenidamente la zapatilla que todavía estaba encima de la mesita. Al fin, exclamó:

 - ¡Sí! Aquí hay una AW.

En el fondo de la zapatilla, dentro de un pequeño círculo hay las siglas de Andy Warhol. Esta zapatilla debe valer una pequeña fortuna.

19.3.13

Escritos Espurios 30.2

Trascendentalismo y destino ( IX )

Dediqué toda la tarde a la busca y captura de Michael Kupec. Desde la habitación del hotel hice más de veinte llamadas a Seattle y alrededores. Finalmente, un primo de Michael, que habita en Redmond, confirmó que la persona con la que quería contactar vivía en Vancouver, al otro lado de la frontera, en Canadá.

Le pedí el teléfono de Michael pero se negó a pesar de decirle que le había conocido en el festival de Woodstock en el año 1969, y que ahora quería darle una sorpresa. Siguió inamovible en su negativa. Saqué de la chistera el último recurso. Le dije:

 - Tengo la zapatilla que se dejó olvidada en el cenagal de Woodstock. La he guardado durante años y quisiera...

Me interrumpió.

 - ¿De veras? Michael tuvo un gran disgusto al perderla. ¡Joder, esto es increíble! Ya debe usted saberlo, no es una zapatilla cualquiera.

 - Sí, tiene un diseño muy peculiar.

 - Quiero decir que el diseñador de la misma fue el mismísimo Andy Warhol. Tuvo amistad con el padre de Michael.

Me quedé perplejo. Siento admiración por Andy Warhol, aunque solo sea por haber encumbrado a la Velvet Underground and Nico. Su clarividencia fue estremecedora. Una de sus frases vale para zanjar el tema: En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos.

Finalmente, el primo de Michael, Greg, me dió el ansiado número de teléfono.


18.3.13

Escritos Apócrifos 21.1

Reconozco que he otorgado demasiada pantalla a la historieta de Allan. Siempre son parecidas, con giros inesperados, como algo que quiere ser ocurrente cuando no es más que la verificación de una evidente falta de recursos. He de reconocer que tiene su público, aunque puedo imaginarme que clase de personas son las que se interesan por semejantes chascarrillos.

Cosa más seria es la confiscación de una parte de los ahorros de los chipriotas. Creo que es una prueba de laboratorio social que puede extenderse a otros lugares, aunque de diferente modo. Como toda mala noticia que se precie, al principio se dan unos pésimos augurios para, poco después, suavizarlos. Con ello se consigue que el trauma inicial, casi incomprensible e inaceptable para todos los afectados, se vea de manera más dulcificada al reducir el peso de las cadenas. Es un ardid psicológico de primer curso, aspecto que denota la tontería de la población, siempre quejosa, pero incapaz de empuñar una daga con alguna intención.

Es una jugada de riesgo que puede tener consecuencias graves para el sistema económico. En primer lugar, hay una dificultad técnica muy importante. No es lo mismo un depósito a plazo que tener deuda pública, ni son lo mismo las cédulas hipotecarias que las acciones. Probablemente se busque una solución inteligente, en la que los inversores rusos sean los más perjudicados. Lo único cierto es que Chipre es carne de cañón, está arruinado hasta lo inimaginable.

17.3.13

Escritos Espurios 30.1

Trascendentalismo y destino ( VIII )

El nombre de la ciudad de Seattle fue la palabra mágica que nos hizo pasar, a John y a mí, de una cordialidad distante a una conversación apasionada. A medida que fuímos adentrándonos en el fenómeno grunge -sonido Seattle-, rompimos todas las barreras propias del convencionalismo occidental. John sigue siendo un apasionado de la música rock en todas sus variantes. En el salón de su casa, tomándonos unas cervezas Stout, nos pasó el tiempo sin darnos cuenta. Los nombres míticos de Soundgardem, Nirvana, Screaming Trees, Temple of the dog, Pearl Jam y algunos más, centraron nuestra conversación.

 - Son más de las dos. Le invito a comer en un buen restaurante de Concord -le dije.

Sorprendido por mi iniciativa, balbuceó un atisbo de oposición para, segundos después, aceptarla.

En el restaurante Serafina, donde sirven comida italiana, seguimos hablando de música hasta que, por el influjo del vino, nos adentramos en las cuevas personales, allá donde se guardan los más preciados tesoros y las más duras caídas.

Mi vida ha sido bastante regalada, debo reconocerlo, así que le puse al corriente de mi recorrido vivencial, sin incidir demasiado en mi capacidad económica, ni en mi hedonista manera de vivir. Sé por experiencia que, las personas que somos afortunadas, generamos cierto rechazo en todas las circunstancias. Incluso exageré alguna contrariedad sufrida en mi vida para no parecer un elegido de los dioses.

John me habló de su vida en general, una vida que tuvo su momento de mayor resonancia durante la juventud, yendo de concierto en concierto, acudiendo a festivales por más alejados que estuviesen de Concord, su centro vital desde donde han irradiado todas sus vicisitudes . Me comentó que estuvo en el festival de Monterrey, en el año 1967, una experiencia que anticipó el festival de Woodstock en el año 1969.

John vive desde el día que nació en la misma casa. Sus padres murieron antes de que cumpliese los veintiocho años, en un accidente de tráfico, cerca de Providence, un nombre muy adecuado para explicar cualquier tragedia. A los treinta conoció a la que fue su mujer, viviendo juntos en la casa que John heredó tras la muerte de sus progenitores. Nunca llegaron a casarse.

En este punto, los ojos de John se nublaron. Fue muy feliz durante dos años hasta que un día su mujer, Tanita, le dejó una nota escrita donde le comunicaba que se marchaba de casa. John nunca supo las razones pues su convivencia era amable, con muchos planes para el futuro. Jamás ha vuelto a saber de ella.

John tiene sesenta y siete años. Siempre trabajó de mecánico de automóviles hasta su jubilación. Cuando me preguntó por mi actividad profesional, le contesté lo que siempre digo a todos: negocios, inversiones, etc.

Sobre las cuatro y media de la tarde nos despedimos. Me quedaban tres días más de estancia en Concord y le dije que tenía alguna idea sobrevolando mi cabeza. Le prometí volver a verle. Encajamos nuestras manos y nos dimos un abrazo.

16.3.13

15.3.13

Escritos Espurios 30.0

Trascendentalismo y destino ( VII )

Me pareció razonable su manera de actuar. Ya había hecho excesivas concesiones dejándome entrar en su casa. Seguro que le incomodó la idea de bajar juntos al sótano, así como la posibilidad de dejarme solo en el salón.

Nos despedimos cordialmente aunque sin atisbos de simpatía. El perro siempre me observó con una desconfianza agresiva.

Dediqué las horas a visitar museos, casas y tumbas de los representantes del trascendentalismo, aunque siempre teniendo a Thoreau como referencia principal.

Al día siguiente, me levanté bastante pronto, desayuné en el hotel donde me hospedaba -el Concord Colonial Inn- e hice tiempo por la población hasta que llegó el mediodía.

John estaba en el jardín cuando llegué a su casa. Me saludó con amabilidad y me llevó hasta el porche. Encima de una mesa recién pintada de blanco, estaba la zapatilla. Me invitó a cogerla.

Es una zapatilla artística de primer orden. Contrasta el sol dorado del empeine con el color lila del resto, con ribetes negros y blancos y con la base negra. Justo cuando iba a dejarla encima de la mesa me percaté que en su base, en su parte trasera hay escrito: Michael Kupec - Seattle.

Se lo comenté a John y este, asintió.

 - Seguro que así se llama el beneficiario de esta obra de arte -dije.

 - Es lo más probable.

 - ¿Nunca ha intentado averiguar quién es?

Puso cara de sorpresa. Estaba claro que perseguir a las presas más inverosímiles solo está al alcance de galgos enloquecidos.

 - ¿Quiere quedarse con la zapatilla?

Esta pregunta me cogió de improviso. Le agradecí su cortesía, pero me negué a aceptarla. En realidad tampoco tenía ningún valor para mí. Tampoco lo tenía para John, pero tal vez sí que lo tuviese para Michael Kupec.


13.3.13

Escritos Espurios 29.9

Trascendentalismo y destino ( VI )

Le puse en antecedentes. Le comenté mis sensaciones después de ver como se guardaba una zapatilla en la mochila, una vez terminado el festival de Woodstock. Le dejé muy claro que mi presencia en Concord obedecía más a una coincidencia filosófica de azar inducido, que a la anécdota de la zapatilla. Normalmente, le habría llamado por teléfono para conversar con él, sin más.

Tal y como era previsible, me dijo que también él tuvo una gran sorpresa cuando pudo ver el vídeo del festival. Se reconoció en las imágenes y, por un tiempo, tuvo que aguantar las bromas de sus amigos.

 - ¿Qué le hizo cogerla del suelo y guardarla?

 - Todo era un fangal, lleno de basura. Mirando donde pisaba me fijé en un sol dorado que sobrevivía al barrizal. Era un trozo de ropa que estaba cosido al empeine de una zapatilla. La observé con detenimiento y valoré su diseño, colorista e imaginativo. Estaba claro que era una zapatilla personalizada. Tuve el impulso y la puse en la mochila. Mi idea inicial era reproducir algo semejante, a mi gusto, con otros colores. Pensé que podría servirme de muestra cuando fuera a encargarla. Cosas de juventud...

 - ¿Encargó unas zapatillas para usted al llegar a casa?

 - No, no. Finalmente no hice nada. Días después de llegar a casa, de limpiar la zapatilla, la guarde en una caja de zapatos, en el sótano.

 - ¿Todavía la guarda ahí?

 - Hace años que no la he visto, pero diría que sí. A no ser que mis padres, que en paz descansen, la hubiesen tirado sin saberlo. Piense que para mí este tema estaba muerto y enterrado desde hace más de treinta años. Es turbador que aparezca usted, viniendo desde Europa para hablar de esto.

 - ¿Cree que merezco ver esta zapatilla?

 Se mantuvo en silencio durante unos segundos. Precavido, dijo:

 - ¿Cuántos días estará en Concord?

 - Unos cuatro días más. Quiero visitar los lugares con historia y disfrutar de la naturaleza de sus alrededores.

 - Siendo así, le agradecería que viniese mañana. ¿Le va bien al mediodía?



12.3.13

11.3.13

Escritos Espurios 29.8

Trascendentalismo y destino ( V )

Hace una semana tomé un vuelo directo de Barcelona a Boston, la capital del estado de Massachusetts.  Estuve en la ciudad cuatro días, de turismo. Después de alquilar un automóvil,  me dirigí a Concord. En esta población se rinde tributo y se recuerda a los filósofos trascendentalistas: Thoreau, Emerson, Alcotts. etc.
Comí en un restaurante del centro y allí me informé de como llegar a Penacook Street, la calle donde vive John Taylor, el hombre de la zapatilla.

No fue difícil encontrarla, Concord es una población de pequeño tamaño aunque repartida en una amplia extensión. Aparqué justo delante de la casa de John. Vive en una planta baja con un pequeño jardín muy descuidado. Mi visita era realmente inesperada, plenamente absurda. Eran las cuatro de la tarde cuando llamé a su puerta.

Un perro se acercó desde dentro de la vivienda, ladrando. Poco después se abrió la puerta. Un hombre de unos sesenta y cinco años me saludó, inquiriendo el motivo de mi presencia. Alargué la mano y apreté con fuerza la suya.

 - Me llamo Dante, vengo desde Barcelona para conocerlo. ¿Los motivos? Uno que le resultará increíble, aunque es absolutamente cierto.

Puso cara de sorpresa. Estuvo pensando unos segundos hasta que me invitó a entrar en su vivienda.

10.3.13

Escritos Espurios 29.7

Trascendentalismo y destino ( IV )

La idea inicial era localizar al hombre de la zapatilla. Después ya quise llamarle por teléfono. Pero hubo una circunstancia que me hizo ir más allá, alterando mis planes: Concord.

Al conocer el nombre de la población tuve claro que era un guiño del destino, la excusa perfecta para adentrarme en un nombre mítico de mi arquetipo mental. En Concord nació Thoreau, un filósofo trascendentalista y anarquista al que tengo en gran estima. Esta fue la señal, la coincidencia entre una acción irrelevante y absurda y la cuna del trascendentalismo. No voy a relatar las características de este movimiento filosófico ni tampoco a reseñar aspectos de la vida de Thoreau, pero recomiendo su conocimiento.

Después de realizar algunas llamadas tuve perfectamente localizado al hombre de la zapatilla, John Taylor, así como su domicilio en las afueras de Concord, en una casa con jardín.


9.3.13

Escritos Espurios 29.6

Trascendentalismo y destino ( III )

Lo primero que hice fue exponer, en diferentes redes sociales y foros, un pequeño vídeo en el que se veía la imagen de aquel hombre, junto a un texto explicativo, falso pero efectivo. Fue una labor intensa que facilitó el ponerme en contacto con casi una cuarentena de personas que habían asistido al festival de Woodstock. Algunas de estas personas también fueron activas a la hora de colaborar en mi indagación. Se pusieron en contacto con amigos con los que asistieron al festival en cuestión y, finamente, el movimiento viral ofreció un resultado fiable.

A los dos meses de iniciar mi búsqueda, dos personas coincidieron en un punto determinante: el individuo que recogía una zapatilla del suelo vivía en aquellos días en Concord (Massachusetts). Concord es una pequeña población de no más de dieciocho mil habitantes. Esta circunstancia me animó a dar el siguiente paso.

Inicialmente me conformaba con saber algunas referencias del hombre de la zapatilla, pero me sobra el tiempo y una parte del mismo lo dedico a causas imposibles. Esta clase de actividades me motivan. Partir de cero y pensar que conseguiría identificar a alguien, más de cuarenta años después, me complacía plenamente.




8.3.13

Escritos Espurios 29.5

Trascendentalismo y destino ( II )

Una tarde del mes de octubre de 2012 visioné, por enésima vez, el vídeo del festival de Woodstock, aunque esta vez pude observar algo que ha tenido unas consecuencias imprevisibles en mi vida. En sus últimos segundos me sorprendió la actitud de un joven que, mientras se dirigía a la salida, observó algo en el suelo, se agachó para recogerlo, lo miró con detenimiento y, finalmente, se puso una zapatilla embarrada en su mochila.

Me quedé muy extrañado. ¿Qué clase de persona puede hacer eso? ¿Qué valor puede tener una zapatilla llena de barro, y para más inri, sin tener el otro par? Me quedé pensando un largo rato hasta que tomé una determinación.

Les diré que tengo treinta y seis años y vivo de manera muy diletante, inmerso en un hedonismo responsable. Soy un intelectual ocioso y cualquier excusa me vale para tomar decisiones inesperadas.

7.3.13

6.3.13

Escritos Espurios 29.4

Con la muerte de Chávez se demuestra, una vez más, que la vida esgrime sus giros más caprichosos con un caudal desbordante. Hace unos años, se daban días de vida al comandante Fidel Castro. En aquel tiempo, su hijo adoptivo, Chávez, rebosaba salud, cual toro de lidia a punto de entrar en el ruedo. Han pasado los años y Fidel sigue vivo, siempre con su chándal, mientras que Chávez ha claudicado con la muerte.

En el año 2001 hice el pronóstico de que a Hugo Chávez le quedaban pocos meses como mandamás de Venezuela. Se intuía que algo iba a pasar. Justamente, en abril de 2002, un golpe de estado sacó a Chávez del poder. Pensé que mi capacidad de análisis seguía muy afinada. Aunque en este caso no fue así: a los tres días Chávez estaba de vuelta, ostentando de nuevo el poder. Hasta ayer.

5.3.13

Escritos Espurios 29.3

El último partido en el estadio Santiago Bernabeu, puso de nuevo en evidencia el estilo nauseabundo de un club que ha perdido el honor, la ética y la decencia. Cierto es que el estilo barriobajero de algunos jugadores es algo más o menos perdonable, allá ellos. Pero cuando una parte de la afición se confabula para llamar mono a un jugador del equipo contrario, sin ser reprobada por el resto de seguidores, ya nada puede salvarles de su degradación. Es la actitud, llevada a un campo de fútbol, de la España prepotente, insultante, traidora y mentirosa.

En los tenderetes que circundaban el estadio se vendían unas bufandas con una leyenda tan miserable, que omito reproducirla para no sumarme a su miseria moral. Cabe preguntarse quién es el imbécil que puede vender eso sin que, además, nadie le lleve a un juzgado. Y también merece la pena preguntarse cuántos retrasados compran estas bufandas para alentar a su Real Madrid. Es la constatación absoluta de que este país no es que esté inmerso en la inmoralidad, sino que es inmoral en su esencia más íntima. No hay solución.

4.3.13


3.3.13

Escritos Espurios 29.2

Trascendentalismo y destino ( I )

El festival de Woodstock es uno de los festivales de música más importantes de la historia. Se celebró durante los días 15, 16 y 17, y la madrugada del 18 de agosto de 1969, en el estado de New York. Se congregaron en el evento casi quinientas mil personas, superando todas las expectativas.

Soy muy aficionado a la música por lo que he escuchado infinidad de veces a los intérpretes y canciones de aquellos días. Entre otros muchos: Ravi Shankar, Joan Baez, Santana, Canned Heat, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, Janis Joplin, The Who, Joe Cocker, Ten Years After, The Band, Blood Sweat and Tears, Jimi Hendrix, etc.

Años después tuve la oportunidad de comprar el video del festival, el activador de una historia rocambolesca que me ha llevado hasta una celda, en la comisaría de Concord, una ciudad situada en el noreste de los Estados Unidos, en el Estado de Massachusetts.

2.3.13

Comunicados 7.4

En próximas entradas publicaré un estúpido relato del amigo Allan. Es una manera de pervertir el Blog pero hace tiempo que he aprendido que debo convivir con ello. Son las concesiones habituales: que si detalles de su vida privada, alguna foto de su vivienda, escritos de Allan y de Andrés, etc.

En esta ocasión, la narración recuerda algunas elipses de Paul Auster, aunque la diferencia de calidad literaria resulta tan evidente que provoca el sonrojo.

Les avanzaré el título: Trascendentalismo y destino

¿Qué más se puede decir?

1.3.13


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